Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

viernes, 28 de junio de 2013

La torre de los siete jorobados. Modernismo y folletines.



La primera vez que oí hablar de Emilio Carrere fue en un libro de texto de literatura, donde lo mencionaban como un autor entre otros de novelas de evasión de escasa calidad literaria y al que no se le debía prestar atención, ocupados como debíamos estar los buenos estudiantes en las lecturas aprobadas por el plan de estudio. Unos años después encontré La Torre de los Siete Jorobados, su famosa novela de evasión, en una edición de bolsillo, pero no le hice mucho caso porque entonces les tenía bastante tirria a los autores españoles…Y debo reconocer que, con la pedantería y paternalismo que se gastaba el libro de literatura, no me extraña.



Con el tiempo me fui aficionando a los folletines de principio de siglo, y la novela del señor Carrere quedó como una cuenta pendiente junto a la película que basada en ella llegó a rodar Edgar Neville. Podría tener lecturas pendientes algo más serias, pero si algo aprendí gracias a las lecturas obligatorias del sistema educativo es que eso de la calidad es relativa y desde luego, el folletín sobre los subterráneos de Madrid y las absurdas aventuras ocultistas de su protagonista que echar una hora intentando sacarle las metáforas a un soneto (o peor, al extracto de una novela ¡Dios me librara de hacer comentarios de texto de prosa!).



Aparecida en 1924, durante los mismos años en los que H. P. Lovecraft empezaba a publicar sus Mitos de Cthulhu y Jean Ray Los Cuentos del Whisky (por citar a dos que me gustan horrores), cuenta la historia de Basilio, niño bien de Madrid en toda regla, aficionado a los cabarets y los casinos, tremendamente supersticioso y amigo de los jorobados por la suerte que estos dan en el juego. Su racha de mala suerte cambia tras encontrarse repetidas veces con un tipo siniestro y tuerto, a quien primero toma como el culpable de esta, y que le explica, muy tranquilo él, que no se trata de ningún gafe, sino de un espectro que, valiéndose de las cualidades de médium de Basilio, le pide ayuda para encontrar a su asesino y darle descanso a su alma.

Así de inesperado: Basilio puede ver a los fantasmas gracias a su don, y todo ese tiempo se ha pasado por las calles de Madrid saludando a personas que en realidad, no estaban por allí. Decidido a ayudar al difunto señor Catafalco, empieza su labor como detective, investigando las circunstancias que rodearon su muerte, pero no por mucho tiempo al estar más pendiente de una cantante de cabaret, a la que roban sus joyas, que del misterio en cuestión. Por suerte para él, la desaparición de estas, y el secuestro del hermano del difunto, están relacionadas con el asesinato que desde un principio debería resolver. A partir de este suceso, Basilio, un periodista conocido como El Duende de la Corte y un personaje un tanto estrafalario especialista en culturas orientales, se encontrarán con toda una trama de robos, secuestros y teorías ocultistas de lo más estrafalarias. Y con una torre, que a diferencia de muchas, no tiene por qué elevarse hacia el cielo.

Parte del argumento de La torre de los siete jorobados es deudora directa de los folletines y las novelas por entregas: hay un asesinato no resuelto, venganzas, organizaciones criminales, un par de apariciones sobrenaturales, y sobre todo, una cantidad de pasadizos subterráneos que ni una línea de metro. Esto último debe ser algo muy habitual en el género, porque Jean Ray tampoco dudaba en hacer aparecer algún culto malvado que se reunía en los subsuelos para hacer sus maldades. Precisamente el culto, organización, o lo que sea que los protagonistas descubren, está plagada de ritos cuyos personajes aseguran que es genuína magia persa. Los discursos que estos se gastan, a base de palabras orientales y la grandilocuencia de estos, acaba resultando más cómica que inquietante.

Seguramente esta era la intención de Carrere, porque su libro está plagado de humor desde el principio al final. Desde el manirroto Basilio hasta el espectro, o la descripción de uno de los personajes al que a menudo se refieren a él como “el viajero infatigable”, y que empeñado está en encontrar restos arqueológicos resultan cómicos y un tanto rídículos, aunque a la hora de soltar una frase ingeniosa, tampoco les falta inventiva. El argumento, a fuerza de incluir todo lo que una novela por entregas necesita, pasa de lo misterioso a lo imposible, sin llegar a tomarse en serio todo lo que está sucediendo y narrándolo de una forma que recuerda a otros autores se tomaron a broma su oficio, como La ciudad vampiro de Feval, o incluso al homenaje al folletín que harían varias décadas más tarde con Adèle Blanc-Sec.

La figura de Carrere empieza a reconocérsele un poco más (aunque me da que todavía no lo mencionarán bien en los libros de texto, no), y no solo por la inventiva sino también por la estilística, esa que hace algunos años decían que no tenía calidad literaria. Su estilo es muy florido, el modernismo todavía se notaba y la prosa es bastante creativa, o al menos, bastante más de lo que esperaría en un folletín. Solo por esto, y por todo el vocabulario que aparece en el texto, parte de él completamente olvidado, y otra parte, considerado en desuso y camino de desaparecer, hay que tenerlo en cuenta.

lunes, 24 de junio de 2013

Los juegos del hambre (2012). El reality más excesivo de la historia



El cine se quedó un poco huérfano de sagas exitosas tras acabarse Crepúsculo y Harry Potter. Igual esta comparación está muy alejada, pero entre sus entregas y desde entonces, se ha intentado más de una vez sacar películas basadas en libros juveniles sin mucho éxito. Por el camino se quedaron, sin más continuación, intentos como Los seis signos de la luz o City of Ember. La que sí consiguió hacerse un hueco, y bastante merecido, ha sido Suzanne Collins con su trilogía de Los Juegos del Hambre. Desde que apareció el primer volumen en 2008 ha ido adquiriendo popularidad hasta que cuatro años después su particular visión de los futuros apocalípticos, las dictaduras y la telerrealidad dieran el salto al cine. Visto desde fuera, esta serie nunca me pareció tan popular como llegaron a serlo las anteriores: no llegó a ser, o ser convertida, en fenómeno mediático, su fandom no era excesivamente ruidoso, y sobre todo, no llegó a convertirse en un producto parodiable en todos los sentidos.



Los Juegos del Hambre adapta el primer volumen de la trilogía, con el mismo nombre. A través de Katniss Evedeen, una chica de 16 años, se va conociendo el sistema mediante el cual el estado de Panem mantiene a los doce Distritos bajo una severa dictadura. La miseria, el hambre y el mercado negro son habituales en su zona, pese a que ella consigue mantener a su familia gracias a su habilidad con el arco y sus escapadas fuera del distrito donde es posible cazar. Una de las peores medidas que Panem ha establecido son Los juegos del Hambre, a modo de represalia por una rebelión de hace décadas, por el que se exige que un chico y una chica de cada distrito sean entregados a la capital y abandonados a su suerte en algún bosque donde deben sobrevivir y matar al resto de candidatos hasta que solo quede un ganador. Todo ello, televisado para divertimento de los ciudadanos como si de un Último Superviviente pasado de rosca se tratara. Tras presentarse voluntaria para librar a su hermana de esa suerte, Katniss descubre que los Juegos del Hambre no son solo una ejeución, sino un espectáculo televisivo y como tal, una de las mejores formas de ganar es cayéndole bien al público. Peeta Mellark, su acompañante, confiesa su amor por ella en directo, y pronto los desgraciados amantes del Distrito 12 acabarán huyendo de concursantes mucho más preparados y peligrosos que ellos, enfrentándose a animales modificados genéticamente y planteándose si es posible que ambos salgan ganadores.



La adapción al cine de este libro es un blockbuster de manual: adapta una serie que ya contaba con el favor de un público bastante amplico, y cuenta con unas dos horas y veinte de metraje y un presupuesto de primera para poder mostrar con todo lujo de detalles los miserables distritos y el lujo llevado hasta el absurdo de Panem. Y hay que reconocer que como adapción, es muy buena y en algunos detalles ha llegado a gustarme más que el propio libro. Quizá el metraje se haga un poco largo, pero es por hacerle bastante concesión a las secuencias de supervivencia, y sobre todo, a la presentación del distrito de la protagonista y su llegada a la capital. De hecho, la adapción a imágenes de esta trama se hace de una forma bastante sencilla, sin recrearse en la escenografía, y sobre todo, bastante dramática: en el Distrito 12 predominan los colores grises, azules, construcciones un poco desastrosas que no parecen corresponder a nada oficial sino al que “cada uno viva como pueda”, y no faltan las pantallas gigantes que me recordaron un montón a la versión en cine de 1984 que había protagonizado John Hurt. Panem tampoco aparece especialmente bonito, exceptuando la abundancia, los colores y peinados absurdos que sus habitantes utilizan y que la protagonista no termina de entender. Es más, una de las secuencias más originales cuenta con los personajes siendo sometidos a una manicura y una cera que se les practica como si estuvieran en una sala de quirófano y no en un salón de belleza.



Si en vez de Panem fuera España, obligarían a los distritos a ver Sálvame

 
Otra de las mejoras de esta versión en pantalla es convertir el discurso de la novela, narrada en primera persona por la protagonista, en una narración algo más neutra y menos conflictuada de lo que era en un principio. Y si toda la trama de la declaración de Peeta era parte de los quebraderos de cabeza de Katniss, aquí se queda en una posibilidad en la que ella no tiene tiempo de pensar, por estar bastante ocupada intentando sobrevivir, y en algo bastante abierto, que no se sabe si ha sido algo real, o un truco inventado por su compañero para conseguir más posibilidades de ganar.


Aún así, se echa un poco en falta más participación de Haymitch, su mentor y uníco ganador de los Juegos del Hambre de su distrito, un personaje bastante enigmático del que en un principio no se sabe si es un borracho acabado o un genio de la supervivencia, y que aquí se han limitado a presentar como un poco de relleno y a recordar todo el tema del espectáculo y del público. Una lástima para Woody Harrelson (y el pelucón que lleva en la película) a quien un papel un poco más extenso le habría sentado mejor y cuya participación se queda en algo tan anecdótico como la de Lenny Kravitz interpretando al estilista y amigo de la protagonista. El papel protagonista recae en Jennifer Lawrence, que aunque ya tenía a sus espaldas bastantes películas independientes fue ahora cuando le llegó la fama. La chica es bastante competente, sobre todo al lado de Josh Hutchenson como Peeta, que se queda un tanto sosito él pero, teniendo en cuenta el escaso tiempo que tiene en pantalla, no molesta mucho.

 
El que diseñó los trajes a las fuerzas del orden no sabe que el blanco es muy manchadizo.

Con su segunda parte estrenándose en noviembre, Los juegos del hambre tiene pinta de convertirse en una serie muy disfrutable para bastante público, sobre todo después de haberla orientado hacia uno más amplio que la gente de 16 a 18 años. Eso sí, parece que la franquicia no escapa a la maldición de las adopciones recientes: por algún motivo, su tercera parte se dividirá en dos pelliculas….y aunque me haya gustado, tampoco me parece que haya tanto por contar.

jueves, 20 de junio de 2013

War of the Dead (2011). Todo muy currado, pero sin gracia


¡A la porra la guerra, vamos a cuidar a los gatos!

Hay dos cosas que nunca fallan a la hora de hacer una película de terror de serie B tirando a frikosa: los zombies y los nazis. No había que esperar mucho para que acabaran mezclando a los monstruos más imbatibles de los últimos años y a los grandes villanos del siglo XX como enemigo único. Estos últimos habían salido más de una vez en muchas películas de terror, pero lo de meterles zombies parece que está empezando a ser habitual en el norte de Europa, porque por ahí anda Dead Snow, y ahora, esta producción finlandesa.



War of the Dead empieza con la llegada de unos soldados con una misión no muy clara, pero que parece ser encontrar un bunker perdido. Esa misma noche, empiezan a ser atacados por soldados que, pese a las balas, tienen tendencia a no morirse, perdiendo a la mayoría del grupo y a la vez, encontrando a un asustado soldado ruso que se ofrece a llevarlos a un puesto de radio. No va a ser facil, porque este se encuentra en el mismo bunker que los protagonistas debían encontrar, y a la vez, el camino está sembrado de no muertos dispuestos a acabar con ellos y contagiarlos. Los zombies no serán lo único extraño que verán, porque el bunker esconde los restos de algunos experimentos muy relacionados con el extraño objeto que uno de los soldados robó de una casa durante el comienzo de su misión.

 

Lo único que se puede decir a favor de War of the Dead es lo bien filmada que está. No parece que tuvieran un presupuesto muy grande, pero se defendieron muy bien con él y todo el metraje tiene un aspecto bastante cuidado y alejando de cualquier serie B o incluso Z. Se abre con una secuencia correspondiente a los primeros experimentos de los científicos alemanes que hará la boca agua a cualquier aficionado, las escenas en el subterráneo están bien ambientadas, y en general, en ningún momento da sensación de cutredad de las películas sin dinero y sin ganas, o directamente amateur, como podía tenerlo Iron Sky.



No sé para qué enfocan tanto el cacharro ese, si después no lo usan

Y con esto cuenta, porque lo que se gastaron en hacerle tener buena pinta se lo ahorraron a la hora de escribir una buena historia, o al menos, una minimamente creativa. Tras una media hora, la sensación que empieza a dar, y que cada vez va a más, es la de estar viendo un producto copiado de guiones estadounidenses o ingleses del mismo palo. La estructura se ha visto miles de veces, con el grupo de militares que va menguando y debe sobrevivir a una amenaza sobrenatural, pero donde otras películas ofrecían un espectáculo entretenido y que enganchaba, esta se ha quedado con el esquema básico al que han copiado y pegado los clichés de las otras películas: el grupo de personajes del principio desaparece a velocidad de vértigo y da la impresión que los han metido para eliminarlos rápido y quedarse con los dos o tres principales…hasta el extremo que en esos quince minutos, no queda ni claro quien es quien. Aparece después un personaje femenino, que en realidad no sirve para otra cosa que para estar asustado, desaparecer de buenas a primeras y reaparecer como infectada que ni siquiera llega a convertirse en zombie. Cualquier intento de caracterizar a los personajes es nulo: los diálogos parecen copiados de otras películas, con frases grandilocuentes que no vienen a cuento, y revelaciones dramáticas sobre el pasado de algún personaje que directamente, no sirven para nada, sino para rellenar los huecos en los que no aparecen los zombies.



Si bien lo de los personajes nulos podría tener un pase, el argumento termina de corroborar lo vacío del guión: aquí no querían hacer otra cosa que sacar nazis zombificados, y lo han conseguido, pero se olvidaron de elementos tan básicos como cerrar las tramas que habían empezado a plantear en un principio, como el detalle del objeto que uno de los soldados roba de una casa, que parece ser lo que lo infecta como no muerto, pero que después, o sirve para abrir una máquina en el laboratorio, o no se vuelve a saber nada de él, no queda muy claro entre tanto baile de cámara enfocando a los zombies. Si querían mantenerlo al límite de la simpleza, podían haberse ahorrado toda esa historia extraña que no llega a resolverse.

El cine de terror bélico es todo un género y hay por ahí un montón de ejemplos que no solo lo demuestran, sino que resultan películas la mar de divertidas (y a las que también les dediqué su entrada), pero War of the Dead, con su envoltorio de trailer de lujo, se queda fuera de ese grupo.

lunes, 17 de junio de 2013

V/H/S 2 (2013). La primera tiene un pase. Caer en esta ya es solo culpa mía

 
Aunque empezara a darle manotazos a la cámara, seguiría teniendo mejor pulso que muchos found footage

A veces no aprendo. Después de haberme quejado de los mareos de cámara de V/H/S, decidí darle una oportunidad a su segunda parte. La primera tuvo sus críticas positivas por lo original, no tanto del formato, sino por juntar el found footage y las películas formadas por varios relatos, a un grupo de historias bastante límite y que, si en algunos casos solo funcionaban a base del impacto y el susto inicial, otras sí resultaron bastante originales.



A esta franquicia (si se convierte en una) hay que reconocerle que en cierto modo, es como las catástrofes: es desagradable pero no puedes dejar de mirar, y por eso decidí comprobar qué nuevas barrabasadas se les ocurrían. Bueno, por eso, y porque además de aparentar tener una calidad de imagen un poco más limpia, había un episodio de zombies. V/H/S 2 conserva el formato de su predecesora: una historia arco, en el que los personajes principales encuentran un conjunto de cintas que van viendo, hasta que algo les sucede. Estas se caracterizan por una duración muy breve y la variedad de su procedencia: desde grabaciones personales o semiprofesionales, cuyo argumento puede estar relacionado o no con lo sobrenatural, pero que siempre mantendrán cierta falta de lógica y de búsqueda del shock y lo excesivo, al igual que muchas leyendas urbanas o creepypastas. Pero una cosa es el impacto que resulte de una historieta breve, y que su gracia consiste en el sinsentido y lo amateur de lo escrito, y otra cosa es que eso funcione en imágenes durante hora y media.



Esta vez el hilo conductor son una pareja de detectives privados, de los que tampoco dudan en pasarse de la investigación al chantaje, cuyo trabajo consiste en encontrar el paradero de un estudiante desaparecido. La casa de este parece vacía a excepción de una grabación por webcam del susodicho, donde explica la posibilidad de grabar lo sobrenatural en un soporte analógico, y varias cintas de vídeo que una de los protagonistas comienza a ver mientras se va sintiendo más aturdida y enferma ¿El por qué? No lo dicen, pero servirá para el final de la cinta. Al resto de personajes que aparecen en cada cinta tampoco les va a ir muy bien, porque en las cuatro historias hay un poco de todo, y esta vez sí relacionado con lo sobrenatural: el receptor de un implante ocular es capaz de ver fantasmas y progresivamente, interactuar con ellos. Pero estos no son precisamente como los de Ghost Whisperer, sino que son bastante más agresivos y capaces de atacar a todos los que los ven o escuchan. La historia de zombies está contada desde la perspectiva de uno de los infectados, gracias a una cámara que este lleva en su casco durante sus paseos en bici (además, esta la dirige Eduardo Sanchez, el de El proyecto de la bruja de Blair). Y las dos últimas, que son las más flojitas, incluyendo una a un grupo de reporteros que investigan una secta milenarista en un país perdido de Asia…justo cuando sus miembros deciden ir cometiendo el suicidio ritual e invocar a su mesías. La última tiene nada menos que alienígenas haciendo lo que mejor se les da, que es aparecer con luces y abducir a la gente. Cosa que ha sido toda una sorpresa porque es un tema que desde los noventa, está completamente pasado de moda, sobre todo si estos son los típicos cabezones de color blanco.



Si la primera tuvo su interés por la mezcla de géneros y lo deliberadamente caótico de su montaje, la segunda, al menos para mí, es un poco más digerible, pero también bastante más floja. La estructura está algo más pulida, pero sin en el primer caso las dos mejores historias eran las más innovadoras, en este, aún salvándose dos de cuatro, no brillan precisamente por lo rompedor: la primera es un tema que ya se vio en The Eye, la segunda son los zombies de toda la vida, salvándose gracias a un final mucho más inesperado, y las otras dos son demasiado caóticas y carentes de sentido, incluso para una película que está planteada de esa forma. Precisamente el sinsentido es lo que resulta excesivo en todos los segmentos de VHS 2, desde el hilo conductor hasta la última historia.

 
Extras de VHS 2, tras enterarse de lo que van a cobrar

Aún en la dos primeras, pueden mantener cierta coherencia interna, no siendo necesario explicar por qué los espectros son agresivos, o que estos van a donde les de la gana, o incluso, que un infectado sea capaz de recuperar cierto grado de consciencia. Pero las siguientes son de traca. Y si en la de los alienígenas consiste en barullo de luces en un 90% del metraje, unos disfraces de alien muy cutres, y una desagradable escena final con un perrito muerto, la tercera parece directamente el tren de la bruja: empieza con muy buena atmósfera, con esa secta perdida en algún país asiático y todo lo que sus prácticas conllevan. Pero después empiezan a mezclar nosequé historias sobre el nacimiento de un demonio, nada menos que un Baphomet tremendamente cutre, un suicidio ritual que acaba con los sectarios reconvertidos a zombies, y una escena final que, bueno, después de lo visto, ya me esperaba cualquier cosa. El mismo caso se da en la historia principal, en el que todo se soluciona haciendo que la gente se ponga a resucitar sin más motivo que asesinar a los que se le pongan delante y hacer que pasen los títulos de crédito.

Visto el primer golpe de efecto que supuso VHS, esta puede tener sus seguidores, pero se queda en un poco más de lo mismo, sin el impacto de su predecesora, y con un desorden intencionado que no termina de convencerme.

jueves, 13 de junio de 2013

La tercera temporada de Juego de Tronos, vista por una lectora despistada



Cada año es más fácil encontrar fotos de gatos relacionadas con Canción de Hielo y Fuego


Otro año más, y eso que en el 2011 todavía no nos lo creíamos, ha vuelto a pasar. Juego de Tronos termina con un enorme cliffhanger para la siguiente temporada, y esta vez, con la diferencia de estar adaptando en dos entregas un único libro. Tormenta de Espadas es muy extenso, y según dicen los aficionados, el mejor hasta la fecha de toda la saga. Para mí fue el punto en el que me acercaba peligrosamente al último libro publicado, y a tal número de personajes y acontecimientos que me hacían muy difícil llevar cuenta de todo lo que iba pasando, y el contar con unos cincuenta libros entre un tomo y otro, no ayuda. Vamos, que llegué a la tercera temporada sin acordarme de nada de lo que había leído, como mucho, de la trama a grandes rasgos y aún llegándome a olvidar de lo que había ido pasando en determinados lugares, que podían ser los que menos me intersaban. De modo que no seáis muy duros si me descuelgo y pregunto si Gendry seguía apareciendo en los libros.

Por otro lado, esto también me ha servido para disfrutar la serie tal cual, aún sabiendo en cierto modo cómo iba a acabar, pero teniendo el guión como una referencia para todas aquellas cosas que por prisa o falta de memoria, no me habían quedado claras. Y como vengo haciendo los otros años, esta es una recopilación de las mejores situaciones de estos diez capítulos.



Ros (2011-2013). Tus amigos de Poniente no te olvidan

Ros, QEPD. Después de dos temporadas en las que no fallaba un capítulo enseñando cacha o aguantando la conversación de clientes, fue despachada casi al principio de la temporada por Meñique, que decidió deshacerse de ella de la peor forma posible: a manos y ballesta de Joffrey, en un cierre de episodio que hizo que muchos nos arrepintiéramos de todos los chistes sobre Asesinar a Ros y Borrarla de Poniente.



Un poco de simpatía no hace daño. Algunos personajes no están llamados a llevarse bien, aunque George RR Martin los convierta en compañeros de desgracia. En Tormenta de Espadas Arya compartió camino con Sandor Clegane, el Perro y una de las personas a las que tiene en su lista de asesinables. Y Sansa, casada en una patética boda con Tyrion Lannister. Las relaciones en los libros eran bastante frías, y mientras Sansa apenas tuvo trato con Tyrion, su versión en pantalla es algo más cercana. En más de una ocasión su doncella Shae admite tenerle cariño a la mayor de los Stark, cosa que ya se vio en la batalla de Aguasnegras, y tanto Sansa como Tyrion empiezan a tener una cierta simpatía…que se truncada tras la boda roja. La primera conversación amable entre el matrimonio, y el final de esta después de las noticias sobre la boda hace que la situación sea mucho más triste para los personajes que en el libro (donde más o menos, recuerdo que Sansa se pasaba el día llorando a moco tendido y Shae pasaba un poco de todo). Varys también ha sido un personaje que se ha ido ganando mis simpatías, por manipulador que este sea. Unos cuantos diálogos, especialmente su escena final con Shae, y acaba mostrándose como alguien mucho más complicado, capaz de hacer lo necesario para mantener un reino en pie y que también tiene sus propias cuentas personales en su pasado que se arregla para saldar (que se lo digan al tipejo que tenía guardado en un arcón)

Aunque Arya y el perro no lleguen a tener tanto tiempo en pantalla, y esta sea más breve que en el libro, también se suaviza, y a veces parece que a este la mala leche de la miniasesina le hace bastante gracia.


Como diría Finn: "¡¡Estoy muy loco!!

Theoy Greyjoy y el simpático Ramsay Bolton. A Greyjoy se le perdió la pista al final de Choque de Reyes, y no volvió a dar señales de vida hasta Danza de Dragones, sonde aparecía alguien llamado “Hediondo”. El truco estaba en que este era lo que quedaba de Theon, tras haber sido abandonado por sus propios soldados y torturado por el bastardo de los Bolton. Hasta entonces Canción de Hielo y Fuego había sido una narración muy lineal, lo que era bastante útil para la serie, y han decidido respetarlo, adelantando la aparición de Greyjoy de forma simultánea al Tormenta de Espadas, por ser esto más fácil que ponerse a trabajar con flashbacks dentro de unas tres temporadas. En una historia bastante sangrienta y gráfica esta ha sido posiblemente la parte más desagradable, cosa normal tratándose de una sucesión de torturas físicas y psicológicas hacia un personaje. El papel de Ramsay le ha tocado a Iwan Rheon, a quien había visto en Misfits haciendo de un personaje timorato y un tanto raruno, y que es una suerte que no haya salido mucho porque tampoco me ha convencido haciendo de sádico: las caras de demente que pone están un poco sobreactuadas, y más que dar miedo, me daban risa floja.



No es por nada pero el Bolton queda tal cual de tío borracho

Bodas, bodas por todas partes. Junio es el mes de las bodas y se ha notado. Nada menos que dos, primero el casorio de Tyrion Lannister y después la famosa Boda Roja, que fue el equivalente de la temporada a la Batalla de Aguasnegras. Todo lo que esperaban los lectores, una impresión para quienes se sorprendieron de la ejecución de Ned Stara y donde los actores se lucen todo lo que pueden y más. Frey es repulsivo, y la interpretación de Catelyn eclipsa por completo al resto. Eso ha sido todo por este año.

Y mientras esperamos la boda de Joffrey, un par de cosillas no tan relacionadas con la serie:

Los personajes de Juego de Tronos, en su versión gatuna. Probablemente, la única forma de hacer que tipos tan repulsivos como Joffrey o Vyseris parezcan adorables (y den ganas de cederles el sofá sin que tengan que amenazar a nadie).

Seguramente muchos lo saben, pero me enteré hace poco que Alfie Allen, que interpreta a Theon Greyjoy, es el hermano de Lilly Allen. Que también le dedica una canción. A veces es mejor ser hijo único.

 

lunes, 10 de junio de 2013

Estamos muertos, ¿o qué? (1998). Sale Vincent Price y con esto queda todo dicho



Algunos de los géneros más populares durante los ochenta, a la hora de hacer serie B, fueron las películas de policías y las comedias de terror. En muchos casos, lo de comedia era bastante relativo porque no estaban muy brillantes con los chistes, y las de policías, tampoco tenían que responder al cliché de los personajes opuestos que aprenden a trabajar juntos. Vamos, que había de todo, y la mayoría no era de una calidad sobresaliente…y Dead Heat junta todas esas características: mezcla la película de acción, a la pareja de policías que investigan un caso, y algo de ciencia ficción/terror de forma que, quedando todo bastante cutre y de calidad cuestionable, sigue siendo igual de divertido para los que nos gusta el cine palomitero de la época (y que, ahora que vamos para mayores, parece que cada día nos volvemos más nostálgicos).



Titulada en España como Estamos muertos, ¿o qué?, como solía pasar a la hora de hacer traducciones creativas, comienza con un atraco a una joyería, en el que los ladrones son tiroteados por la policía y la pareja de detectives protagonistas. Estos comprueban enseguida que, aún llevando encima más plomo que una tubería vieja, los dos ladrones se niegan a morirse, y la autopsia posterior revela que ambos habían estado previamente muertos y en la misma camilla en la que se encuentran por segunda vez. Los protagonistas siguen la pista correspondiente, que los lleva a un laboratorio donde, además de encontrar una máquina y a una criatura monstruosa que causa varios destrozos, uno de ellos muere. Su compañero, y la médico forense que los acompaña, deciden probar la máquina que encuentran en el laboratorio, que por lo visto, es capaz de resucitar a los muertos por un período de 12 horas tras el cual, estos se descomponen. Ahora los protagonistas disponen de ese tiempo para descubrir quien está detrás de ese invento y por qué ha decidido usarlo para resucitar delincuentes.



Visto el argumento, y especialmente el desarrollo de este, resulta completamente camp y absurdo, y aunque la película no se califique especialmente como una comedia, acaba funcionando así gracias a la precipitación con la que los personajes pasan de una pista a otra y la facilidad con la que todo el mundo acepta lo que está pasando, sin importar lo imposible o involuntariamente ridículo que esto sea ¿Qué los delincuentes recién tiroteados conservan la cicatriz de una autopsia anterior? Bueno, quizá sea un poco sorprendente, pero no es para tanto, o probablemente el registro de los actores tampoco de para mostrar más emociones. Esto es todavía más cantoso cuando aparece la historia de la máquina resucitadora, un aparato lleno de pantallitas en MSDOS y que practicamente cualquiera puede utilizar escribiendo un par de comandos…Y tampoco es que nadie se sorprenda gran cosa tras encontrar el dichoso invento. Estos continúa durante el resto del guión, en el que los protagonistas pasan de una pista a otra, peleándose con varios delincuentes más o menos descompuestos, según se distribuyeran el presupuesto de los efectos especiales, hasta llegar al malo final encadenando una serie de indicios que tampoco tienen mucho sentido, igual que, más o menos, todo el guión.



En una serie B como esta tampoco se esperan grandes interpretaciones, y es preferible pensar así, porque no las hay: he visto cine malo, pero aquí los actores son bastante nulos ellos, y se limitan a recitar sus frases, poner bastante cara de sorpresa, y en el peor de los casos, mantener una actitud un tanto feliz y despreocupada ante lo que le va a pasando a sus personajes. Entre esto y el guión había bastantes posibilidades para que Dead Heat fuera un truño absoluto, pero en realidad se ha convertido en un truño absoluto, pero en realidad se trata de una de las grandes Malas Películas de los ochenta: aunque los actores son malos y el guión absurdo, durante los 80 minutos que dura, mantiene buen ritmo y en realidad, se salva gracias a su falta de pretensiones y lo entrañable que resulta, cualidad que comparte con muchas películas de la época que he vuelto a ver en los útimos años (para los que nos gusta este tipo de cine, claro). Además, y brillando entre tanto manta, cuenta con una pequeña aparición de Vincent Price haciendo de villano millonario en busca de la inmortalidad, tremendo y de opereta como solo él sabía interpretar a determinados personajes.

jueves, 6 de junio de 2013

Doctor Who (2013) ¡Matt Smith se regenera!!


Hace un par de semanas se terminó la temporada del Doctor Who, y este lunes, nos enteramos de la próxima marcha de Matt Smith, que como buen protagonista de la serie más longeva de la BBC, se marcha y le hace sitio a una nueva encarnación. Aunque lo echen de menos, hay que reconocer que el doctor número 11 se marcha por todo lo alto: nada menos que en el 50 aniversario de la serie y el personaje, y teniendo pendiente de resolver un cliffhanger que empezó prometiendo el verdadero nombre del doctor, y terminó con la aparición de una de sus encarnaciones, con papel especial de John Hurt, mucho menos positiva que la que el espectador ha ido conociendo durante los años. Y eso que el Doctor de William Hartnell tenía muy malas pulgas.


Las pajaritas son cool. Y las levitas, ni te cuento

Estos seis últimos episodios han supuesto el comienzo del Doctor sin el matrimonio Pond, perdidos para él en el pasado sin posibilidad de encontrarlos de nuevo, y el encuentro con Clara Oswald, a la que fue encontrando al principio de temporada y en el especial de navidad en situaciones completamente distintas: una piloto del futuro perdida en un planeta lleno hasta la bandera de Daleks, y una institutriz en la época victoriana. No se sabe si pueden ser parientes muy lejanos, pero una misteriosa frase, que también repite la Clara Oswald que conoce en el presente, le hace pensar que esta nueva acompañante, al igual que Amy Pond y que River Song, tiene un secreto que él debe descubrir.

  Mientras, el viaje de Clara, como acompañante genuína, empieza con una aventura de alienígenas amenazando el país como las que suele ofrecer la serie, y que me recordó un poco a la primera aparición de Rose Tyler, Martha Jones o Donna Noble: una persona normal, quizá un poco más ingeniosa y audaz que otros, se ve envuelta en una trama en la que su vida se ve amenazada y gracias a la cual conoce al doctor. Habrá unas cuantas visitas a distintos planetas y épocas, con un nivel irregular para cada capítulo: la aventura en los anillos de Akhaten me pareció un poco mal resuelta, y en cambio, su visión de la casa embrujada y de la investigación de los parapsicólogos sí fue más original, resultando un guión que, aún resolviéndose sin monstruo que amenace a los protagonistas, sí produce el miedo que ha caracterizado a la andadura de Steve Moffat. Porque otra cosa no, pero entre los Weeping Angels, los Silence, y en el último episodio, los Whisper Men, parece que se ha propuesto provocarle pesadillas a toda una generación de niños. Cosa con la que estoy de acuerdo, porque el Doctor Who que conocí en su día, gracias a la emisión de la TVG, estaba poblada de monstruos un tanto plasticosos, pero que aún así, podían resultar un poco inquietantes y fantásticos para un crío con un poco de imaginación.

 

Tampoco faltó el guión de Mark Gatiss, que aunque en otras ocasiones no me había emocionado demasiado, su trama victoriana con los aliados más o menos fijos del Doctor, Madame Vastra, Strax y Jenny, es de lo más divertida, e incluso se atreven a montar un flashback en color serpia e incluir unas cuantas maquinarias y decorados que no tienen nada que envidiar a la estética steampunk. Probablemente estos tres personajes son un acierto de esta etapa: nada menos que una Silurian, su esposa humana y un Sontaran resolviendo crímenes en la Inglaterra del siglo XIX. Resulta un poco improbable pero visto en pantalla, está lleno de humor y de cierto punto de no tomárselo demasiado en serio. Solo por la secuencia de Strax yéndose de vacaciones a Glasgow para poder pelear como buen Sontaran hace que se merezcan un spinoff para ellos.


La serie, entre el año anterior y este, también ha tenido algunas críticas y sus defectos: muchos se quejan de la quemazón de Amy y Rory hasta su despedida, como pareja de acompañantes demasiado explotada, y sobre todo, el exceso de acompañantes con misterio incluido en la vida del Doctor: no parece encontrarse con nadie tan simple como pudo ser Rose Tyler o Donna, sino que todas se lo encuentran con un motivo que se sabe que aparecerá al final de temporada.

Me ha gustado mucho más la visión del Doctor de Steve Moffat que la de Russell T. Davies. El tema del presupuesto también le ayuda, pero en general es por cuestión de gustos y no por objetividad: me gusta su versión un poco más macabra, más amenazadora, y sobre todo, el doctor de Matt Smith, mucho más absurdo y con un carácter más excesivo y marciano que David Tennant, y al que le va muy bien el registro un tanto sobreactuado de Smith. El número de episodios en los que ha aparecido es inferior al de Tennant, pero también es cierto que sus temporadas han sido mucho más explosivas que las que pudieron tener los doctores anteriores. Me ha gustado, y echaré de menos su pajarita e incluso su ausencia de cejas, pero ha cumplido su papel y es hora de conocer al número Doce. Del que, de momento, no se sabe quien va a ser, o si incluso será una Doctora, cosa con la que ya bromeaban en el episodio que guionizó Neil Gaiman en 2011. No se sabe si se atreverán, pero sí sería interesante, en el otro caso, un cambio de acompañante, porque exceptuando a Rory, desde los años ochenta practicamente han sido todas mujeres.

lunes, 3 de junio de 2013

Lectura de la semana. Ramsey Campbell y sus horrores variados



De todas las novelas y autores que he leído, Ramsey Campbell debía ser el único al que no le había hecho mucho caso o, todavía peor, había abandonado alguno de sus libros a las diez páginas. Es una de esas cosas que tiene bastante delito, teniendo en cuenta que he leído a escritores muchísimo más nefastos y me he divertido bastante con ellos. Además, sus novelas estaban disponibles durante los años en los que lo único que se podía encontrar en las estanterías de las tiendas era a Stephen King, que se estaba empezando a volver un aburrido, a Dean Koontz y sus horrores de familias perfectas, y a Anne Rice, cuyos vampiritos glamorosos no me gustaban nada de nada. Entonces, ¿por qué no le hacía mucho caso? Supongo que era precisamente por la época: si me costaba terminarme un relato de Arthur Machen, más me costaría una novela de un tipo que trabaja más el lado psicológico de los personajes que los monstruos y su variante más directa.



No está posando. Está intentando que la estantería no se le caiga encima

Fue hace poco, en una temporada en la que no tenía muchas ganas de empezar con algo de Thomas Ligotti, y sobre todo, después de haber visto Los sin nombre, que se basa en una de las novelas de Campbell, cuando tras encontrar un libro suyo por un euro decidí empezar de nuevo con este autor. Y ahora no me extraña que en su día no pudiera avanzar más allá del primer capítulo, porque con doce años no me interesaba gran cosa leer sobre señores con problemas y barrios ingleses feos…Claro que lo interesante vendría después.



El parásito comienza con una niña, de no más de diez años, que es abandonada por sus compañeros en una casa abandonada tras una accidentada sesión de Ouija. Nunca recordará nada, hasta que unos años después, empieza a experimentar una extraña situación en la que consigue separarse de su cuerpo, desplazarse a través de la ciudad de forma incorpórea, y a la vez, notar que una extraña presencia la acompaña. Por si no fuera poco el descubrir sus habilidades de proyección astral, que tampoco le sirven de mucho, un tipo bastante inquietante parece perseguirla, y su investigación sobre sus poderes la conducen hasta la historia de un ocultista del siglo XIX que pretendía aprovechar la posibilidad de transferir su alma a otro cuerpo para alcanzar la inmortalidad.

A favor de Campbell hay que decir que tiene un estilo muy correcto. En su momento había leído algún relato corto, concretamente, de sus años mozos cuando empezó escribiendo pastiches lovecraftianos (algunos, mejores que la media, todo sea dicho), pero es en la novela cuando demuestra que se defiende perfectamente a la hora de caracterizar bien a los personajes, darles profundidad y presentar una situación realista que puede ser igual de dramática que la sobrenatural, pero sin que esta se alargue hasta hacer que un libro de extensión media se ponga en 800 páginas (Stephen King, no miro a nadie..). Durante toda la trama, una de las mayores preocupaciones de la protagonista es la posibilidad de estar volviéndose loca, y que toda esa historia de los viajes astrales no sean sino la manifestación de una esquizofrenia. Su nueva situación afecta a su matrimonio, para mal, y al mismo tiempo, se enfrenta a la progresiva demencia senil de su padre, tema que me parece bastante dramático y más terrible que cualquier historieta de ocultistas malvados. Además, la ambientación, y la situación de la protagonista, es desesperanzadora, y durante toda la historia el lector ya tiene la sensación de que la aventura, aún cuando sea capaz de acabar con su enemigo, no va a terminar bien para ella.

El mayor defecto es estar trabajando con un material que hoy se ha quedado completamente obsoleto, casi tanto como los ovnis y las abducciones: los personajes investigan sobre las teorías del viaje astral, hablan sobre libros de ocultismo de esos que se vendían tanto a principios de los ochenta y que hoy parecen un poco ridículos y sensacionalistas. Es el problema de trabajar con algo que puede estar muy en boga en un momento determinado y que acaba cayendo en el olvido con el cambio de mentalidad de los lectores. Además, también incluye unas referencias a las actividades ocultas de los nazis, y la posibilidad de que Hitler se reencarnara que no se si quiere servir como pista falsa, pero solo hace que estos elementos de la novela se queden todavía más pasados de fecha. Aún con sus defectos, no me ha quedado mal sabor de boca, y seguramente lea alguna novela suya más adelante…O incluso, algo de su versión de los Mitos de Cthulhu, para los ratos nostálgicos.

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