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lunes, 1 de julio de 2013

Rompe Ralph (2012). Una de plataformas



Cuando Disney empezó a presentar imágenes y noticias de su película basada en personajes de videojuegos de la época en que estos se popularizaron, hubo bastante expectación. No solo apelaba a la nostalgia de las máquinas recreativas y los 16 bits sino que contaba con las licencias necesarias para que aparecieran los personajes oficiales de todas ellas. A mí la idea me parecía simpática, pero no por el tema de los videojuegos (que pocos gasto) sino por su protagonista y su argumento, el malo de un videojuego clásico que un día decide cambiar. Bueno, y por ver algún personaje conocidísimo, que de esos años sí conocía a unos cuantos.



Rompe Ralph sucede en un salón recreativo cualquiera, donde las máquinas de videojuegos vienen, van, y algunas se quedan unos cuantos años como clásicos. Ralph es el malo de Fix it Felix Jr, un videojuego que está a punto de cumplir su 30 aniversario. Sin embargo, Ralph no está muy contento: cuando el salón de recreativos cierra, y los personajes de los juegos se toman el descanso, él se queda solo, y ni las reuniones de Malvados Anónimos a las que asiste con otros antagonistas lo animan mucho. Finalmente decide conseguir algo que ningún malo de videojuego podría conseguir: una medalla, aunque para ello tenga que colarse en un moderno juego de disparos. La huida lo lleva no solo a otro juego moderno, en este caso, un pasteloso escenario de carreras de coches, sino a perder su preciada medalla en manos de un personajillo un tanto insoportable. Cambiar a héroe no tiene por qué ser una buena idea, y ahora Felix tiene que llevarlo de vuelta para evitar que su recreativa sea retirada por defectuosa. Porque, ¿qué es un juego sin su malo del final?



Lo que más sorprende de la película es que no se queda en una colección de homenajes y referencias. De estas hay bastantes, pero las directas y las más evidentes se quedan para las secuencias del principio, de forma que no resulten un estorbo. En esas escenas aparecen las recreativas de toda la vida, como el Street Fighter, cuyos personajes son casi los que más salen, y otros de la época como Kano, de Mortal Kombat, y hasta juraría que uno de los zombies del House of the Dead (que también jugué por motivos obvios). Estos tampoco son especialmente difíciles de pillar, sobre todo si se fue un poco friki en los noventa. Tampoco faltan las apariciones de otros más antiguos, que en el mundo de la película han corrido distinta suerte: algunos, como el Root Beer Tapper y el Pac Man siguen funcionando, y Qbert, con su recreativa retirada hace mucho, aparece viviendo como sin techo. Otras referencias son más recientes y se me escapan más, como el videojuego del que viene una de los protagonistas, una especie de marine espacial cazadora de bichos alienígenas muy centrado en los gráficos y los efectos, o en el que aterriza finalmente Ralph, que con sus carreras de cochecitos e infinidad de minijuegos vendría a representar la otra parte de este mercado.

 


También tiene a su favor un argumento con más tramas y giros de los que se esperarían en una producción destinada a todos los públicos. Hoy tampoco es muy extraño encontrarse algo así, pero la historia de Ralph acaba desarrollando nada menos que tres tramas: empieza el problema que causa su protagonista al saltar de un videojuego a otro, que en este caso sería la llegada de los monstruos provenientes de uno de disparo a un mundo tan inofensivo como el de los minijuegos. Pero, mientras los otros protagonistas intentan localizar a los fugados, Ralph se encuentra con Vanellope, un glitch o fallo de software al que el resto parecen odiar demasiado como para ser algo más que un simple error. Y desde el principio, se usa como frase hecha “volverse Turbo”, en referencia al primer personaje de un videojuego clásico que, tras perder popularidad, invadió a su competidor y causó que retiraran ambas máquinas recreativas.



Puede que el principal atractivo a la hora de promocionar Romphe Ralph fuera el tema de los bits y los videojuegos retro (cosa con la que también bromean un poco), pero no se ha quedado unicamente en la colección de guiños y ha conseguido una película bastante redonda. Quizá con un final un poco pasteloso, con los que Disney hace honor a su nombre, pero teniendo en cuenta que se trata de una película para toda la familia, tampoco se puede andar exigiendo excesiva profundidad ni drama.

1 comentario:

Renaissance dijo...

A mi me divirtió, aún con el tema de los videojuegos.

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