Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 30 de enero de 2014

La tumba de Drácula (1972). Marvel y los vampiros





Drácula es el vampiro literario por excelencia. Literario, cinematográfico, televisivo y gráfico, porque este personaje ha sido uno de los más socorridos a la hora de incluir un vampiro en un argumento. Ha tenido miles de versiones y variaciones en el cine, se ha enfretando a Buffy (no le duró ni un asalto. Menuda era ella) ha protagonizado pastiches literarios e incluso tuvo su propia cabecera dentro del sello Marvel. Sí, en Marvel. Dentro del mismo universo en el que los cuatro fantásticos y los X Men se peleaban con supervillanos. Y aunque el truco consistiera en que sus historietas se mantuvieran alejadas de los mutantes en la mayoría de los casos, también llegó a tener sus roces con Spiderman o con Tormenta.



Este Drácula, dibujado por Gene Colan durante toda la serie, no difiere mucho en su aspecto del personaje que se conoce del cine: traje de gala, capa roja, y además un bigotillo y orejazas que hacen pensar un poco en Clark Gable, aunque oficialmente en quien se basaron para diseñarlo fue en Jack Palance. Puede haber sido caracterizado como un malvado auténtico, pero está lejos de ser un personaje unidimensional y malo porque sí: a menudo aparece como alguien muy despiadado, pero capaz en ciertos casos de actos de bondad, un poco arbitrarios. Y sobre todo, con unos ramalazos autoritarios de noble medieval que me sorprendieron para bien, teniendo en cuenta que esperaba un comic bastante más camp.



Además de otra cabecera de la editorial que incluía historias de vampiros, este protagonizó La Tumba de Drácula. En ella se presentan sus orígenes como principe durante la edad media en Rumanía, su resurrección en la época actual (de entonces) y su enfrentamiento contra un grupo de cazavampiros formado por los descendientes de diversos personajes: desde Drake, el suyo propio, hasta los herederos de Jonathan Harker y Van Helsing. Aunque la trama principal sea los intentos de acabar con el vampiro por parte de Rachel Van Helsing y Frank Drake, los acontecimientos, situaciones y personajes, o bien gozarían de fama posterior como el caso de Blade, el cazavampiros, o bien formarían parte de los arcos argumentales que se desarollan durante la serie. Los setenta y dos números de la serie original dieron lugar no solo a Blade, sino a otros enemigos comunes para el vampiro y los protagonistas: Lilith, la hija repudiada por Drácula, y el Doctor Sol, un científico reducido a un cerebro que debe alimentarse de sangre. Personajes como estos hicieron que en muchos casos los protagonistas se vieran obligados a colaborar para acabar con amenazas mayores. Y a medida que el universo del cómic se desarrollaba, se alejaba de la trama principal de cazadores contra vampiros, llegando a incluir otras que iban desde la ciencia ficción hasta el toque pulpero e incluso místico. Estas últimas, mediante la aparición de sectas satánicas e incluso ángeles dispuestos a acabar con el conde Drácula. Algunas de ellas podían resultar entretenidas, otras más aburridas, y en algunos casos, bastante desconcertantes. Especialmente cuando no se estaba muy familiarizado con esa forma de narrativa y se esperaba un argumento más clásico.

Aún con las diferencias en cuanto a gustos sobre estas tramas, el desarrollo del comic fue muy interesante, e incluso más dramático que otras líneas de la editorial que conocía. En la mayoría de los casos, consiguió mantenerse al  margen de los cruces entre líneas de superhéroes, al menos en lo que se refiere a la serie principal. Porque en el resto, Drácula hizo unas cuantas apariciones, que pude leer gracias a la edición que hizo Planeta donde las incluía en un tomo final a modo de apéndice. Quizá sean las más flojas porque me resulta bastante difícil creerme a un vampiro con pajarita peleándose con Lobezno, y en ellas no se respeta la continuidad de algunos personajes, que se recuperarían en la continuación de los noventa. En conjunto son un tipo de historietas que para los que no estamos familiarizados con el universo marvel son un poco extrañas, y a veces ridículas. Pero hay que reconocer que el cierre que se da al mundo de los vampiros en Marvel (que también se saltan a la torera) en una historieta del Doctor Extraño es bastante interesante.



 Lo cierto es que no es de lo más extraño que pudo verse en relación a este Conde Drácula, porque en los ochenta se hizo una versión anime del comic, en el que condensaban como podían las tramas principales y suprimían algunas cuantas. No tanto por el dibujo, que era bastante típico de muchas producciones de la época, sino por los diálogos y el argumento, el resultado era bastante cómico.



Algunas de estas apariciones fueron posteriores al cierre oficial de la serie, pero en los noventa se recuperó al personaje en una serie limitada donde se le daría el cierre definitivo. Se nota que entonces todo tenía que ser más oscuro y violento, porque la carga psicológica negativa de los personajes es mucho mayor y la opción de Marv Wolfman, el guionista, consiste en hacer que la mitad de los protagonistas y secundarios hayan quedado seriamente traumatizados y dementes después de haberse pasado años persiguiendo al vampiro. Esta no terminó de convencerme: parece haber demasiadas ganas de hacer mucho más seria y psicológica una serie que en cierto modo, se trataba de un cómic de acción. 


lunes, 27 de enero de 2014

Lecturas de la semana. Por entregas III



Después de haber echado un mes mareándome en La casa de hojas, retomo de nuevo una serie de entradas que habían quedado pendientes: las dedicadas a las novelas por entrega, y en general, a cualquier cosa escrita antes de los años 40. Si a principios de siglo Rocambole fue lo bastante famoso para tener su propio adjetivo, el segundo personaje, unas cuantas décadas posterior, se convertiría en parte de la cultura popular francesa. Se trata de Fantômas, un ladrón y criminal creado por Marcel Allain y Pierre Souvestre.



Delincuentes protagonizando folletines (y perdiendo ante los héroes, pero escapando para la siguiente entrega) hay unos cuantos. Arsenio Lupin es el más famoso y quizá uno de los más positivos en cuanto a rasgos y carácter. Rocambole empezó su carrera como un personaje claramente malvado, que se fue suavizando…Y Fantômas es el más negativo, además del más famoso después de Lupin. El personaje de Souvestre no duda en suplantar identidades, cometer asesinatos, atribuírselos a inocentes y librarse de todos aquellos cómplices que no le son de utilidad. En unos cuarenta y dos libros es capaz de escapar repetidamente a la justicia, tener hijos y asesinar a uno de ellos y convertirse en uno de esos personajes que, como Fu Manchú, disponen de una inteligencia y maldad que roza lo imposible y que, fuera de las novelas populares, se ha convertido en un recurso que ha envejecido muy mal.

En su primera aparición, de 1911, se conocen los orígenes del personaje y al policía que consagrará su carrera a atrapar al criminal (sin mucho éxito). El policía Juve habla de Fantômas como el criminal definitivo, y la mayor amenaza a la que se enfrenta la Sureté. Este, al igual que le pasaría al Nayland Smith de Fu-Manchú, está tan empeñado en poner a su archienemigo detrás de todos los crímenes que roza la manía persecutoria..pero por suerte para él, en el mundo de los folletines sus deducciones traídas por los pelos están en lo cierto. E, igual que el resto de policías de este género, cuenta con un ayudante, Jerôme Fandor, cuya historia también está muy relacionada con los primeros crímenes que el lector conoce de Fantômas.

Como villano principal de las novelas, este resulta bastante interesante: es un personaje claramente negativo, pero lejos de plantearlo como el típico genio del mal despiadado, también es bastante pasional, hasta el punto de haber llegado a alguna situación por la mujer de la que se ha enamorado. También es un maestro del disfraz, algo que en este género es casi obligatorio, pero al menos en la primera entrega de sus aventuras su caracterización como criminal con apoco viene más dado por lo que cuenta de él Juve que por sus acciones como tal personaje. Lo cierto es que de lo que llevo leído, también es uno de los folletines que mejor ha envejecido, y que conserva muy buen estilo. Muchas de sus situaciones son un poco forzadas, y en alguna ocasión todo resulta bastante caótico a base de meter personajes para rellenar trama. Pero también es cierto que está muy lejos del nivel de coincidencias absurdas que llegaban a alcanzar Las hazañas de Rocambole (que por otro lado, me parecían muy divertidas).


En estos casos, siempre va a haber un componente anacrónico para el lector reciente. Aunque se haya mantenido bien el conjunto de la historia, y el libro se lea teniendo muy en cuenta la mentalidad y gustos de 1911, es imposible no reparar en detalles como las teorías científicas y las opiniones médicas que se mantenían en la época. En este caso, a uno de los sospechosos se le toman las medidas en los cuarteles de la que entonces se llamaba Sureté Nationale. O cómo una de las preocupaciones habituales de las fuerzas del orden eran los delitos y los apaches, en lugar de Fantômas. También es especialmente llamativo la correspondiente aparición de un manicomio, donde dos médicos hablan sobre un sistema novedoso consistente en dar bien de comer a los internos y razonar con ellos sobre el origen de sus locuras. Teniendo en cuenta otras teorías vigentes, es todo un avance.



Las apariciones del personaje no se limitaron a la literatura y a la Belle Epoque: a lo largo de las décadas contó con varias películas, incluso en los años sesenta. Estas últimas, que pude ver en algún ciclo de Louis de Funes en la tve, eran bastante más alegres y cómicas de lo que serían las novelas originales, seguramente por contar con este último en el papel de Juve. Y buscando referencias menos conocidas, hay un grupo de música llamado así…Pero probablemente muchos de los que crecimos con los libritos de don Miki recordemos a su versión más evidente y entrañable: ¡Patomas!


  

jueves, 23 de enero de 2014

La casa de hojas. Un libro sobre un ensayo sobre una película sobre…



El término “novela experimental” en la mayoría de los casos mete miedo. Hace pensar en párrafos enrevesados y sin sentido, en lecturas densas y lo que es peor, en exámenes sobre sus metáforas y la importancia de esa obra en la literatura contemporánea. Pero, qué pasa cuando la intención de una novela así no es resultar inquietante por su forma externa, sino por narrar una historia claramente sobrenatural? Pues que puede aparecer algo como La Casa de Hojas, la primera novela de Mark Danielewski y que, después de 13 años tras su publicación, ha sido editada en España.



No es de extrañar que pasara tan desapercibida: aunque contaba con sus seguidores, no se trataba de una novela fantástica lineal como las que podrían verse en cualquier colección sobre el género. Su estructura es muy arriesgada, porque técnicamente no se trata de una novela, sino unos documentos encontrados por Johnny Truant en casa de un anciano fallecido. Este ha dedicado sus últimos años a recopilar información y notas sobre El expediente Navidson, una película donde un fotógrafo documenta la mudanza a su nuevo hogar. Cualquier intención documental se va al traste cuando la familia descubre una puerta que lleva a una serie de pasillos oscuros cuya situación en la casa es físicamente imposible. Los dramas personales se mezclan con las expediciones a esa sala, que parece tener un tamaño imposible, cambiar de forma aleatoria y donde se pueden escuchar una serie de gruñidos animales. El protagonista, si se puede considerar a Truant como tal, intenta presentar de forma más o menos ordenada el texto recogido por el anciano, junto a todas las notas acerca de textos de referencia y unas cuantas de su autoría en las que, o bien traduce algo, o bien utiliza para divagar sobre lo primero que se le ocurre. Pero hay un detalle importante: el anciano que había redactado ese ensayo era ciego, y Truant confiesa ser un mentiroso compulsivo que no duda en modificar partes del texto original como se le ocurra ¿Hay realmente una casa en Virginia con una entrada a un laberinto, o solo se trata de un tipo que ha dedicado mucho tiempo a tomarle el pelo al lector?


Solo por salir en la foto de contraportada con su gato, gana +3 al carisma 

Tanto en la idea como en la forma de desarrollarla, Danielewski ha salido ganando: la narrativa es muy compleja, y es capaz de trabajar con dos tramas distintas a base de un ensayo y de las notas a pie de página que incluye el personaje principal. Todo lo que se sabe de la casa de Ash Tree Lane, sus personajes y sus motivaciones no es por el narrador ni por reflejar sus pensamientos, sino a través de ensayos y estudios realizados por otros académicos y que se citan durante todo el texto, incluyendo los pies de página mencionando los libros donde estos análisis aparecieron. El personaje de Truant no se queda en un recopilador neutro, sino en un personaje que no duda en incluir parte de su historia y de lo que le va sucediendo, desde anécdotas cuando encuentra a alguien que le ayuda a traducir un texto, hasta sus crisis de pánico donde cree oír también el mismo gruñido que sonaba en la casa. Lo cierto es que el personaje de Zampano, el anciano que desencadena la aparición de estos documentos, es del que menos se sabe: cuenta con un apéndice con sus notas al final del libro, pero su mención como propietario de unos documentos un tanto raros que el protagonista consigue, es todo un Mcguffin que sirve para poder dar lugar a la publicación de la historia.



Al haberse planteado con una estructura de no ficción, y tratándose técnicamente del ensayo sobre una película, cuenta con bastantes elementos visuales que aparecen al final del libro en los apéndices, como si se tratara de un texto real. Estos van desde notas que no llegaron a utilizarse, hasta apuntes personales acerca del personaje principal, e incluso fotos sobre la casa y piezas artísticas que se crearían después de la película: ilustraciones, collages recreando los planos de la casa e incluso fotos de las notas originales tal y como aparecieron. Si no fuera porque cuenta con el nombre del autor en la portada, realmente podría pasar por un documento real como pasó con el Proyecto de la Bruja de Blair, y probablemente habría tenido mucha más publicidad y revuelo…pero el autor se dio cuenta que este tipo de publicidad funciona solo de una forma muy puntual, y optó por presentarlo como lo que es: una obra de ficción, pero una muy cuidada y original.



Pero en muchos casos, esas ganas de originalidad también le pierden bastante, y es donde el tema de las novelas experimentales aparece en su peor vertiente: en muchas páginas, la maquetación sigue una distribución completamente absurda y que no tiene sentido con su intención de parecer un texto académico. Sin explicación aparente, empiezan a aparecer notas en los márgenes laterales, textos escritos al revés e incluso páginas sin nada más escrito que una palabra. No solo es bastante gratuito sino que parece la pesadilla de cualquier ebook.



El lastre de ponerse a jugar con la maquetación y las ganas de marear al lector no llegan a fastidiar en exceso el conjunto del libro:  el contenido del Expediente Navidson es original, y la forma de plantearla, jugando con la realidad y la veracidad de lo que cuentan sus personajes, es ambicioso y bien tratado. Además, aunque no haya sido cosa del autor, cuenta con su propia banda sonora: Danielewski es hermano de Poe, la cantante, que en el mismo año en que se publicó la novela presentó Haunted, un disco que está muy relacionado con el contenido de La casa de Hojas. Y que por cierto, suena bastante bien.

lunes, 20 de enero de 2014

El proyecto de la bruja de Blair (1999). No te lleves la cámara al bosque




A finales de los noventa, pocos estrenos causaron tanto revuelo como El proyecto de la bruja de Blair. Lo que comenzó como una página web anunciando una película montada con cintas encontradas en el bosque, consiguió que la gente hiciera cola en los cines para poder ver conocer la historia de la desaparición de tres estudiantes y la leyenda sobre un bosque habitado por una bruja. Esta no era más que la edición de varias cintas, de calidad variable, en las que mostraban como los protagonistas eran incapaces de salir del bosque y cómo eran acechados por algo que no llega a salir en las cámaras. No había efectos especiales, pero muchos espectadores la vieron convencidos de la veracidad de la historia. Lo cierto es que lo de hacer pasar una ficción por realidad era algo que ya habían hecho a finales de los setenta con Holocausto Caníbal, pero fue con la bruja de Blair con la que se aprovechó todo el potencial del boca a boca y del uso de Internet que empezaba a generalizarse. Después del revuelo fue cayendo en el olvido, como casi todo lo que depende del marketing viral. Y el que no me haya acordado de ella hasta que la encontrara el sábado por la tarde en La Sexta 3, lo demuestra.



El conjunto de cintas conocidas como El proyecto de la Bruja de Blair corresponden al documental que un grupo de estudiantes de cine pretendían rodar en Maryland. Según contaba la leyenda local, una mujer fue condenada y asesinada por brujería hace varios siglos. Años después hubo varios sucesos que terminaron de dar a la zona su fama entre los habitantes: desde la aparición de varios cadáveres dispuestos de forma extraña, hasta un asesino de niños que a finales de los años cuarenta vivió en una cabaña en ese mismo bosque. Lo que empieza para los protagonistas como una recopilación de entrevistas y metraje de las localizaciones, se convierte en el rodaje de cómo se pierden en un bosque desconocido. Incapaces de encontrar el camino de vuelta, sospechan que no están solos: durante la noche se escuchan ruidos, y unas figuras hechas de palo empiezan a aparecer alrededor de su tienda. Idénticas a las que se relacionaron con la leyenda de la bruja.




En su momento, una película como esta resultó muy rentable: el metraje alterna entre el color de la videocámara y el blanco y negro del material más profesional. Y el 99% del metraje consiste en tres tipos en el bosque que practicamente van conociendo el guión según ruedan. Las secuencias en plena oscuridad van aumentando según la película avanza, y con ellas, el movimiento de cámara frenético que unos años después sería marca de la casa en este género. Nunca queda claro que es lo que pasa, más allá de los ruidos, los palitos, y que los protagonistas se pasan media película corriendo de un lado a  otro. Las hipótesis se sostienen gracias a la mitología creada por y para la película, que con su éxito fue desarrollándose en todo tipo de merchandising: desde cómics hasta una serie de libros similares a Pesadillas de R. L. Stine, orientados al público juvenil.


¡¡Un palo!! ¡¡Es un palooo...!!

Todo esto, que en su día funcionó a la perfección, no va también después de 13 años: muchas partes del guión no se sostienen como deberían, especialmente la situación de los personajes perdidos en el bosque (muchos lumbreras señalaron entonces que lo más lógico habría sido seguir el río, y no dar vueltas como pollos sin cabeza. Malditos campistas).  Como todo lo que tiene fama, sea Matrix, el señor de los Anillos o Star Wars, también es parodiable hasta la náusea. Y una película con un rodaje tan sencillo contó con copias de la confesión de Heather en todo tipo de medios, incluída una de las primeras Scary Movie. También es cierto que la avaricia rompe el saco, y aunque toda la mercadotecnia fuera rentable en su momento, su abuso, y sobre todo, una segunda parte mala con avaricia hicieron que el interés se apagara. El reparto, que aparecía con sus nombres reales, tuvo carreras bastante normalitas, con muchos papeles breves en series y poco reconocibles. Solo encontré a Josh Leonard en una película muy de serie b, sobre un manicomio, que también habían echado en la tele hace cuatro o cinco años.


Si no recuerdas esta imagen es que estuviste hibernando del 2000 al 2002

Al haber desaparecido todo el barullo y fama que acompañó su estreno, es interesante poder ver El proyecto de la Bruja de Blair de nuevo, teniendo en cuenta solamente lo que ofrece su guión y, aún con los defectos de este, disfrutar simplemente de una historia muy sencilla, que no cuenta con nada más que con el miedo de sus personajes. Y que en cierto modo, adelantaría muchos elementos que vendrían después y que serían parte de la cultura popular, como Paranormal Activity o los creepypastas. Bueno, y que encontrarse de nuevo con algo que en su día removió a los medios de comunicación con una cosa tan sencilla, también es bastante divertido.



jueves, 16 de enero de 2014

Sherlock 3 (2014). Una espera que seguramente debió tardar más




La serie sobre Sherlock Holmes de Steve Moffat parece haber nacido con dos intenciones: primero, no tratarse de una miniserie al uso sino de tres telefilmes por entrega. Y segundo, contar con un espacio entre temporadas bastante amplio: dos años entre cada entrega. Teniendo en cuenta el cliffhanger de la segunda, con la presunta muerte de Sherlock y Moriarty, los fans estaban con bastantes ganas de conocer cómo sería la vuelta del personaje interpretado por Benedict Cumberbatch.  



Su regreso se produjo en un año bastante importante para la BBC y parte del equipo: Moffat acababa de encargarse de los especiales del 50 aniversario y de Navidad del Doctor Who, y la  pareja protagonista, entre otros papeles, había interpretado a Bilbo y el dragón Smaug en la trilogía de El hobbit. Sherlock contaba con mucha expectación, pero también con un listón muy alto. Y parece que el exceso de proyectos ha jugado en contra de la serie.


La nueva temporada consiste en una versión, todavía más libre, de los relatos The Empty Hearse, The Sign of Four (en este caso, Three), y His Last Vow. Estos se centran en la reaparición del protagonista y las hipótesis sobre su muerte fingida, la boda de John y Mary Watson, y finalmente, su enfrentamiento con un villano y especialista en información todavía más malo y cabrito que Moriarty, que aún era un psicópata muy pasado de vueltas y con gracia. Los elementos principales que conducen los episodios siguen siendo las redes sociales, el poder de la información y la prensa, cosa que demuestra el antagonista Magnussen. Secundariamente se centra en cómo ha continuado la vida de John Watson, y especialmente, en cómo después de unos años de amistad con él, Sherlock y su definición de “High functioning sociopath” ha llegado a suavizarse y hacerse un poco más humano, con matices: sigue conservando su obsesión por resolver casos, y en general, por despreocuparse de todos los que no sean Watson y su mujer.

Por desgracia, o bien a Moffat y a Gatiss se les acumuló el trabajo, o bien se creyeron demasiado sus papeles de haber creado un nuevo Sherlock, porque la tercera temporada resultó bastante decepcionante. Lejos de la genialidad que ofrecía Sherlock en Scandal in Belgravia, su montaje bastante ágil y su forma de jugar con los subtítulos a la hora de presentar las deducciones de Sherlock, estos elementos se llevan al extremo: los flashbacks y cortes de secuencia, que en algunos casos, como en Empty Hearse, tienen su lógica, se hacen excesivos y hace que en ciertos momentos la serie se vuelva bastante caótica, como si quisieran pasarse de creativos y anárquicos. Sherlock también sale bastante perjudicado: si antes su actitud solía llevar a situaciones cómicas, ahora parece que es el único objetivo de su comportamiento extraño. En más de una ocasión sus acciones acaban pareciéndose más a las del Doctor de Matt Smith que al detective que apareció hace cuatro años. En muchos casos se nota en el personaje una mayor calidez, pero se diluye entre demasiadas bufonadas.



Dicen que esta temporada fue la que tuvo mayor componente cómico, y es cierto, pero no para bien. Hubo muy buenos momentos, como una parodia bastante divertida a costa de las teorías de los fans e incluso del yaoi, pero los dos primeros episodios se quedan en anécdotas para poder juntar una secuencia cómica tras otra. Alguna crítica comentó que estos eran poco menos que un fanfic, y la definición es bastante acertada: son guiones sin mucha repercusión, pensados para plantear una situación determinada, especialmente a la hora de poner a los personajes haciendo cosas que no son habituales (desde celebrar una boda hasta tener una borrachera) y que, aunque digan que son Sherlock, Watson o Mrs Hudson, no da la impresión de que sean los mismos exceptuando el nombre.


No solo es muy creepy sino que además es malo. Y no solo es mala persona sino que además es muy cabrón

El último capítulo eleva un poco el nivel de la temporada. Por fin cuenta con un argumento principal, intentando enlazar el caso con aspectos de algunos personajes. Y el personaje de Gatiss, Mycroft, quizá por lo dosificado de sus apariciones, es enorme. En cambio, se sigue notando demasiado esa tendencia a la exageración, tanto en las coincidencias como en las dotes de Sherlock y sobre todo, las de su antagonista. Si el personaje de Magnussen resulta inquietante, es por se le caracteriza adecuadamente como un sádico, pero no por su memoria imposible, que llega a pasar de la ambientación policiaca tirando a realista, a una situación bastante imposible.

Pero con sus defectos, y después de los dos episodios, se queda en un buen cierre. Además de prometer una cuarta temporada, en la que espero que vuelvan a centrarse un poco más y no sea tan anecdótica y alocada.


lunes, 13 de enero de 2014

Frankenstein´s Theory (2013). Ni lo más clásico se libra de las cámaras de vídeo




¡No es Frankenstein, es Fronkonstin! 

Quedaban muy pocas cosas por tratar en el género del found Footage, por no decir ninguna. Las que se habían mantenido al margen era por cuestiones narrativas, tratándose de temas que solo podrían filmarse por la forma habitual, o incluso de sentido común, por ser imposible filmar algo de ese estilo sin que resultara absurdo. Nadie se habría imaginado que monstruos de la literatura clásica pudieran ir por ahí siendo filmados en vídeo…hasta ahora.


Frankenstein´s Theory se plantea esta posibilidad: un grupo de rodaje es contratado por Venkenheim, un tipo que afirma ser descendiente del científico que inspiró la obra de Mary Shelley. Tras haber encontrado unas cartas que supuestamente contienen la historia original, asegura que su antepasado fue capaz de crear un hombre, y que este, al igual que en el libro, está vivo y deambula por el círculo ártico después de un par de siglos. Su obsesión le ha costado entre otras cosas, el trabajo en la universidad y una novia, y a pesar de todo, él y el equipo se desplazan al norte de Canadá donde la criatura parece ser la causante de varias desapariciones. Tras una entrevista con un testigo, no muy lúcido él, se trasladan con un guía a una zona lo bastante desierta como para que esta se haya escondido. Las bajas temperaturas, las manadas de lobos y los osos polares, según su guía, son mucho más peligrosos que perseguir algo que no existe. Pero los ruidos durante la noche, y el descubrir que sus motos de nieve han desaparecido, parece indicar que no están solos.


Dentro de las posibilidades que tiene este género, que va desde el documental hasta el baile de cámara doméstica, optaron por el primero. Cosa que se agradece, porque en la mayoría de los casos, el montaje va a ser bastante limpio y permiten disfrutar de uno de los mejores elementos de la película, que son sus escenarios. Probablemente esta no era la intención principal del guión, por lo que estos están muy poco explotados y son solo parte de la narración, sin caer en el exceso de paisajes. Pero solo por las tomas de árboles en un paraje helado, y una situación poco conocida como es una zona perdida de Canadá, hace que uno se pierda un poco más en la película. El número de personajes también es bastante breve, pero acertado, y especialmente en el caso de los testigos y guías con los que hablan en Canadá. Si el primer encuentro con un testigo, un camello que va puestísimo, hace pensar que eso de Frankenstein es un absurdo, el guía que los acompaña es uno de los personajes más interesantes. Al menos, a nivel de la narración: lo presentan como alguien muy lacónico, que está convencido de que lo único peligroso que hay en la zona son los osos polares. Además sirve para introducir otro elemento que casi es el mejor de toda la película: el miedo, mucho más real, a estar perdido y rodeado de animales salvajes. Su secuencia, narrando una historia acerca de una partida de caza perdida, casi supera en interés a todo el tema del monstruo de Frankenstein.



Personaje con cara de preferir estar en un relato de Jack London y no en una película de segunda

Pero seguramente el más divertido es el propio encargado de la expedición, al menos en cuanto a su caracterización. No tiene gran cosa, y ni siquiera unas motivaciones muy realistas, pero cuenta con todos los detalles propios de un científico loco en toda regla: lo de defender una teoría descabellada (metiendo a los Illuminati con calzador. Hoy están en todo) y querer limpiar el nombre de su antepasado es habitual, pero tampoco le faltan otros clichés muy de serial, como puede ser la afición a la música clásica, al buen vino…y bastante cara de pillado, también. Vamos, que cualquiera que fuera aficionado a las películas de serie B de toda la vida reconocería este retrato y le caería simpático.



Otro personaje, con pinta de haberse escapado de una revista pulp

En cambio, el principal fallo de la película es el propio tema del monstruo. El punto de partida es bastante original, pero es algo que, o bien le dan un giro apropiado, o va a ser muy predecible. Después de un arranque en el que la ficción se dosificaba muy bien, empieza la parte más tópica, con las desapariciones de los personajes, una persecución nocturna cámara en mano, y el final de golpe en el que se puede ver a la criatura de refilón. Casi parece que tuvieran miedo de ofrecer algo distinto y que prefirieran sujetarse a la fórmula de la Bruja de Blair.

Es curioso que en una película acabe fallando lo que le da título, y que sea lo más decepcionante. Pero al menos cuenta como ventaja un desarrollo inicial mejor planteado y que tratándose de un género como el de la filmación a mano, tampoco tuviera pensado exigirle nada muy complejo.

jueves, 9 de enero de 2014

Cumpliendo años, como cada enero.



Hoy es el cumpleaños del Barrilete. Pero uno de los buenos, porque ha conseguido llegar a los cinco años. Cuando empecé a escribir en enero del 2009 no me imaginaba que cumpliría un lustro. Lo cierto es que tampoco me imaginaba que este fuera a ser cada vez menos de series y cada vez más sobre lo que se me ocurriera. Ni lo de los gatos, que empezó como algo fortuito y acabó convirtiéndose en la seña de identidad del blog.

Cinco años da para mucho, y desde el 2009 hemos podido ver cómo la serie de Canción de Hielo y fuego se hacía una realidad, como se ponían de moda los zombies (hasta el punto de tener su propia serie también), cómo se iba estrenando una nueva trilogía basada en las obras de Tolkien y cómo los superhéroes Marvel empezaban una carrera de lo más taquillera en el cine, Vengadores incluídos. Christopher Nolan cerró su trilogía sobre Batman y se llegaron a hacer dos películas sobre Superman, una con bastante más suerte que la otra. Hubo no una, sino dos versiones sobre Sherlock Holmes, y, para muchos aficionados a la ciencia ficción, 2013 será el año en el que el Doctor Who cumplió años. Unos cincuenta, en concreto.

Por aquí también han tenido su entrada muchos de ellos, pero también han compartido sitio con películas y libros algo más antiguos. Desde hace algún tiempo empecé a ver de nuevo cine de serie B, y aunque hay algunas que no aguantaban el paso del tiempo, fue divertido encontrarse con otras que siguen siendo igual de entrañables desde que aparecieron en VHS. Gracias al ProyectoGutenberg pude conocer las aventuras de Rocambole y Fantômas, algo de mitología nórdica e incluso la Torrede los Siete Jorobados de Emilio Carrere. Lovecraft, después de varios años de ser mi escritor favorito, volvío para darme fuerte y tener todas las entradas que se merecía, aunque solo fuera por los buenos ratos que me hicieron pasar sus relatos.


Han sido un total de 522 entradas, de las cuales, unas siete dedicadas a aniversarios varios, entre los del Barrilete y las gatas ¡Nos vemos en 2015 con unas cuantas más de por medio! 

martes, 7 de enero de 2014

La maldición de Chucky (2013). Reinventando para bien




Nunca he sido muy fan de Muñeco Diabólico. Pero entre tele y dvd, he acabado por verme las cinco películas de esta saga, en la que un asesino atrapado en el cuerpo de un muñeco, bastante parecido a Pedro Piqueras, se dedica a asesinar a todos los que se le pongan por delante, mientras intenta hacerse con un nuevo cuerpo para seguir haciendo maldades. Y diciendo frases ingeniosas mientras persigue a sus víctimas, que eso también era muy de los ochenta. La serie, como muchos otros personajes, se convirtió en franquicia, no muy extensa comparada con otras, pero sí lo bastante espaciada como para haber empezado a finales de los ochenta y estrenarse la última en la segunda década del 2000. El tono de cada entrega también es muy distinto: del tono terrorífico con cada vez más toques de humor negro en las tres primeras entregas se pasó directamente al humor negro y los chistes referenciales para fans del terror. Esto lo explotaron tanto en la cuarta entrega que se acabó convirtiendo en un completo desvarío, que parecía cerrar la serie con bastante más pena que ingenio y tras la que no parecía que Chucky el muñeco asesino pudiera volver. Una quinta parte, estrenada directamente en vídeo y cuando nadie parecía acordarse del personaje no parecía indicar muy buenos resultados, pero, o bien los guionistas estaban inspirados, o tras el desvarío de la semilla de Chucky no era difícil hacer algo mejor. Y la última secuela funciona tanto como secuela y como reboot.



 

En La maldición de Chucky Nica, una chica inválida, recibe un paquete a nombre de su madre. Este contiene un muñeco un poco pasado de moda, y no tienen ni idea de  quién lo ha enviado. Esa misma noche su madre aparece muerta, en un aparente suicidio, o eso asegura la hermana de la protagonista. La visita de su familia no va a resultar muy tranquila, porque además de los problemas a la hora de arreglar la herencia, su sobrina asegura que Chucky, el muñeco que llegó en el correo, habla con ella y es capaz de esconderse por toda la casa. Pero Nica ha estado bastante nerviosa desde la llegada del muñeco y sus extraños cambios de lugar, por lo que empieza a sospechar que quizá no sea cosa de una sobrina con mucha imaginación.




Teniendo en cuenta las entregas anteriores, sorprende muchísimo el cambio de tono que ha tomado la película. Optan de nuevo por el terror, o al menos, por reducir el humor al mínimo en toda la película, que hoy es bastante difícil dar miedo con un muñeco pepón como el que aparece aquí. Pero el cambio se agradece y con él han conseguido una serie B muy redonda, que no duda en explotar un montón de escenarios típicos: la casa en la que transcurre la historia no es una casa cualquiera, sino un caserón enorme de esos que tienen habitaciones y antigüedades por todas partes y que parecen pensados para que pase algo macabro (aunque llega un punto en que me da más miedo pensar en el trabajo que debe dar limpiar esa casa que la mansión en sí). Tampoco faltan los trucos propios de estos escenarios, como los pasillos imposiblemente largos o las luces que se van en el momento más oportuno. Y aunque la caracterización de su personaje principal ha quedado un poco pasada de fecha, es lo bastante reconocible como para que el público conozca el trasfondo del personaje y acepte su aspecto sin que le resulte absurdo. También es cierto que optan por sacarlo solamente en primeros planos, porque verlo perseguir a alguien con esas minipiernas es bastante rídiculo.



 
Papá, desde que inventaron el CGI te veo rarito..


El trabajo que han hecho con el guión sorprende para bien: técnicamente es una secuela, porque lo que narra ha pasado después de las cuatro películas anteriores. Pero los personajes tienen cierta relación con el pasado de Charles Lee Ray, el asesino que se convertiría en Chucky, y a quien por primera vez puede verse en un flashback relativamente largo. Una victoria para Brad Dourif, que entre este personaje y Gollum, poco se le ve la cara, y que de paso comparte pantalla con su hija, que interpreta a la protagonista. Y sin pedir excesos, también cuenta con unos personajes bastante coherentes para lo poco exigente del guíon: no son especialmente simpáticos, ni perfectamente caracterizados, pero sí tienen bastante más empaque que la típica victima tonta que estaba acostumbrada a encontrar en este tipo de películas.


El guión, además de haberse centrado más en la parte terrorífica, también es consciente de estar contando una historia muy pequeña. Esta nunca va a ser una película memorable y lo preferible es centrarse en ofrecer una producción más artesana, pensada para entretener al público y ofrecerle unos cuantos guiños a las anteriores entregas. El tono es completamente distinto a estas, pero tampoco hacen borrón y cuenta nueva, por lo que también hay una referencia a La novia de Chucky, con el cameo de Jennifer Tilly, e incluso a la primera película, contando también con el primer niño protagonista, ya bastante crecido. Aunque el primer guiño no me gustó demasiado, por parecerme esas dos secuelas bastante malas, el último sí ha sido bastante divertido.



 
Sigue pareciéndome menos inquietante que una Bratz. O las Monster High



Su estilo de serie B juega a su favor en la mayor parte de los casos, aunque también abusa de algunos clichés que resultan aburridos: el caserón tiene su gracia al principio, pero resulta un escenario un poco absurdo al pararse a comprobar el tipo de personajes que viven en él. Y tratándose de la película que es, no podían faltar unas cuantas secuencias enseñando carnaza y alguna otra en las que los secundarios no parecen enterarse de lo que está pasando…Especialmente el personaje de la niña: cualquier cría normal estaría aterrorizada ante un muñeco que jura como un carretero y le hace comentarios nihilistas. Igual estaban pensadas con intención paródica, pero es algo que hoy está tan visto que no funciona ni con ese objetivo. Además, aunque a nivel técnico no se pueda esperar gran cosa, es bastante cantoso que el muñeco parezca completamente distinto en cada secuencia. Se nota que han usado tres o cuatro durante toda la película, y no han tenido el cuidado de que estos estén bien rematados. Y cuando este se trata nada menos que el protagonista, es bastante lamentable. Y más teniendo en cuenta que una película de 1988 cuidaba mucho más este aspecto.


La maldición de Chucky ha conseguido ser una secuela muy digna de una saga que parecía haber perdido su interés, y en la que, aún trabajando con un material muy puntual, ha sido posible sacar algo divertido sin tener que recurrir obligatoriamente a la vía de la parodia. Ni por suerte, al de acumular todos los guiños para frikis que se les ocurriera. 

viernes, 3 de enero de 2014

Las brujas de Zugarramurdi (2013). Sin escoba, pero con mala uva


Alex de la Iglesia siempre ha tenido una visión muy particular a la hora de rodar fantástico. Este siempre ha estado mezclado con elementos típicos de la vida española más cutre, aunque tratados con ironía y cierto cariño, y sobre todo, por un humor negrísimo y bastante bestia también. Si en Acción Mutante y el Día de la Bestia la ciencia ficción y el terror se planteaban desde esa perspectiva, unos personajes de la historia poco conocidos no iban a tener un tratamiento más serio. En este caso, Las brujas de Zugarramurdi se plantean desde una posibilidad bastante sarcástica: las brujas son mujeres. Pero muchos sospechan que las mujeres son todas unas brujas.

 


La historia comienza con unos tipos dando un golpe y haciéndose con un botín. La crisis se nota y el botín consiste en los anillos de boda empeñados en un local de compro oro, y uno de los ladrones tiene que llevarse a su hijo al atraco por ser su turno de custodia. Durante la huida en un taxi, con un conductor aficionado a las revistas de parapsicología y un señor que solo quería ir a Badajoz, tanto los autores del robo como sus rehenes llegan a una conclusión: las mujeres son la principal causa de sus desgracias. Algo que será bastante cierto cuando durante su intento de huir a Francia se encuentran con un aquelarre de brujas, que han interpretado la llegada de los protagonistas como la venida de su Elegido y el fin del mundo tal y como lo conocemos.

 


Esta noche cenamos con Shub-Niggurath
 
Pese al nombre, poco hay en estas brujas sobre mitología o una interpretación seria de la leyenda: es una comedia muy negra, en la que no faltan escenarios que pueden tomarse como la continuación de El día de la bestia: la calle madrileña atestada, los artistas callejeros, y el local de compra de oro donde la gente hace cola para empeñar joyas. Todo igual de sórdido que podía ser en los noventa, pero adaptado a lo que se convirtió hoy la ciudad. Para el pueblo de Zugarramurdi se opta por una escenografía más antigua, aprovechando todo tipo de cosas: desde una televisión, un vhs y cintas de Jose Luis Moreno, hasta un patio donde se guardan unos Cabezudos de las fiestas. Las brujas tampoco se libran de esta visión casera y tirando a cómica, y es que las hay un poco de todo: desde la vieja de aspecto inquietante, hasta concejalas, niñas, e incluso señoras de su casa. En el caso de estas últimas, con más intención cómica que otra cosa, y bastante conseguida gracias a la aparición de Carlos Areces y de Santiago Segura, que tienen los diálogos más absurdos y divertidos de toda la película. Además, ayuda bastante a desviar la atención de actores que no quedan muy bien en los papeles que se les han adjudicado: a Secun de la Rosa es imposible tomarselo en serio como policía, y el caso de Carolina Bang es bastante más flagrante: esta mujer es completamente nula, y sus secuencias enseñando modelitos de cuero, lencería y haciendo posturas de bruja malota tampoco ayuda a tomársela en serio. Hasta Mario Casas, interpretando a un personaje un tanto cani, pero muy entrañable, resulta más gracioso y creíble.



Aunque la intención principal sea tirar por la comedia, y tanto las apariciones de las brujas como sus conversaciones lo demuestren, la parte fantástica está bastante cuidada. Muy breve, para lo que es el guión, pero probablemente lo mejor de todas las escenas de acción sea la representación de un aquelarre, en el que se reconocen elementos tan distintos como las referencias a las tradiciones populares o los grabados de Goya. Y especialmente, la aparición de la criatura a la que adoran las brujas como la Diosa Madre: una enorme Venus de Willendorf, que por sus movimientos y actitud no habría quedado mal en un relato de H. P. Lovecraft.

 


Media cabeza afeitada y botas de tacón...mírala que malota...

Todo lo interesante que podía tener el guión se queda bastante escaso, y llega tarde, por culpa del principal defecto de este: el punto de partida parece un chiste alargado. Y es que toda la película está dedicada a hacer chistes sobre lo arpias que son las mujeres, hasta el punto de que, más que una comedia fantástica, parece un skecth de Escenas de Matrimonio de 112 minutos. Todas las referencias, los chascarrillos, y por supuesto, las apariciones de las brujas del pueblo están destinadas a personificar el chiste aquel de “no importa que sean guapas o feas. En realidad todas las mujeres son unas brujas”. Y aunque esto se intenta suavizar mediante unos protagonistas bastante pringados, y con tendencia a culpar a los demás de sus fracasos, pierde cualquier posibilidad de hacer gracia a los quince minutos. Igual es una broma del director acerca de su propia situación personal, pero lo cierto es que la estira tanto, que acaba pareciendo más una especie de pataleta que una película pensada en serio.

 
Para unos diez minutos de secuencias interesantes que hay en total, Las brujas de Zugarramurdi implica tragarse una sucesión de chistes y diálogos bastante monotemáticos y con muy poca gracia. El final, que todavía no tengo claro si tiene un motivo en concreto o lo hicieron por aquello de cerrar la historia de alguna forma no ayuda, y puestos a ver una comedia fantástica filmada en España es preferible los Lobos de Arga, más variada y mucho menos machacona con la temática de los chiste

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