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jueves, 20 de agosto de 2015

Batman: la máscara del Fantasma (1993). Cuando “dibujos para todos los públicos” no significa “solo para niños”.



Cuando los dibujos animados todavía formaban parte de la programación de las cadenas de tv, uno de mis favoritos era Las aventuras de Batman. No era fan del personaje, ni de ningún otro superhéroe entonces, pero me gustaba más que La patrulla X, al tener un carácter episódico mucho más sencillo de seguir, e incluso entonces notaba en ella una calidad que no había en otros dibujos: junto de su nivel técnico, estos no parecían pensados unicamente para vender juguetes. Incluso parecían más reales que otro, y la lo más evidente de esto era que ¡usaban balas! No esos láseres apuntados al cielo tipicos de los dibujos que evitaban la violencia, sino que eran disparos de verdad, independientemente que las muertes sucedieran fuera de plano. Bueno, en realidad lo que más me gustaba, además de lo fácil de seguir que me resultaba era que era muy macabra. Los edificios de Gotham city, villanos grotescos y ese manicomio del terror que era el Asilo Arkham (durante años me pregunté si tendría algo que ver con H. P. Lovecraft).

 


No debía ser una opinión aislada, porque tras su primera temporada, la Warner realizó una película derivada de la serie, que en España se estrenó en vídeo y de la que hasta Telecinco, que emitía los dibujos, no dudó en anunciar todo lo posible. Y, La máscara del Fantasma, sin tener el  nivel de una producción animada destinada a cine, sí superaba todas las expectativas llegando a mejorar una animación que ya inicialmente, tenía un nivel muy alto. Esta primera película es una mezcla bastante curiosa entre el episodio anecdótico, con un antagonista que no era uno de los villanos habituales, los primeros pasos de Batman como héroe y lo seguro, con la presencia del Joker como elemento secundario. En ella, un personaje desconocido acecha a varios criminales. Pero, a diferencia de Batman, no duda en asesinarlos. Mientras la prensa sospecha de este último, una antigua conocida de Bruce Wayne vuelve a Gotham, alguien que también conoce su secreto y fue testigo de sus primeros intentos por combatir el crimen.



La animación y los diseños son una de las cosas más recordadas y que en cierto modo, influyeron en los dibujos de DC posteriores: los escenarios de la ciudad son muy deudores de la estética noir de los años cincuenta (y en algún momento, a Metropolis), unos paisajes muy lisos, pero que casi parecen tridimensionales. Esta estética se mantiene en todo momento mezclada con elementos recientes, haciendo que sea propio de Gotham ese aspecto anacrónico, donde los coches de gangsters y los policías con sombrero y traje pueden convivir con tecnología de los noventa. Al igual que los personajes: estos se han dibujado con una línea muy clara y detalles breves, muy sencillos de animar y en cierto modo, muy cercanos a las tiras de comic de la época y en el caso de algunos diseños femeninos, a las figuras de las pin up, pero mucho más sutiles y adecuadas a una cinta de animación. Cada uno de ellos, único, distinto de los diseños de otros secundarios y capaz de mostrar distintas expresiones. Esto último, por suerte, se ha vuelto algo habitual y requisito mínimo de calidad en cualquier cinta de dibujos.

 


En este caso, la estética tirando a macabra se aprovecha al máximo gracias al guión: el antagonista lleva una máscara de calavera, se desplaza entre niebla, y, teniendo en cuenta parte de la trama, una gran parte de los escenarios consisten en escenarios e incluso un parque temático abandonado, lleno de atracciones oxidadas y con todos los elementos propios de los lugares ruinosos. Quizá por eso resulte un poco curioso que el diseño de Batman sea el clásico, con el traje gris y el cinturón amarillo que hace pensar más en Adam West que en el Caballero Oscuro de Nolan. Una buena prueba de que es posible mejorar algo clásico y asociado a lo camp.

 


Aunque visto hoy el guión pueda no parecer de los más redondos, especialmente comparado con las animaciones que produjo Warner después, es uno de los mejores que pudieron producirse en la época. Si bien comienza como algo anecdótico, introduciendo al personaje de El fantasma (aquí reconozco hablar un poco de memoria, porque apenas conozco nada de Batman si no es a los villanos más famosos), sirve también como enlace con la serie: los flashbacks de Bruce Wayne ocupan una buena parte del guión, para ir desarrollando una narración sobre venganzas familiares, corrupción y mafiosos alejados de los supervillanos habituales, también muy deudora del noir y de los relatos de detectives. La aparición más inesperada es la del Joker, quien en cierto modo, parece salir unicamente para recordar a uno de los personajes más famosos de la serie, y que si bien no termina de ser necesario para esta trama, es aquí y en la propia serie uno de los villanos más inquietantes. El Joker de Bruce Timm, el guionista, y de Mark Hamill, quien se encargó de su doblaje, parece a ratos un payaso tirando a cómico y enloquecido, pero en el que se aprecia en todo momento algo peligroso, un carácter psicópata en el que se confirma que este no tiene que gustar a los fans, sino darles miedo.

Como película, La máscara del fantasma puede quedarse como algo anecdótico, al no formar parte de ninguna saga oficial sino ser una historia independiente. Pero es una muy buena, donde no solo se explota el éxito de Las aventuras de Batman sino se son capaces de ofrecer una película de dibujos para todos. Para los niños que empezaban a seguir al superhéroe y para los adultos que podían ver en el guión los detalles que a los espectadores más jóvenes de momento, aún se les escapaban.

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