Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 28 de enero de 2016

Adiós, tele, adiós (Barrilete se moderniza)


 
Hoy no parece un electrodoméstico tan necesario como hace una década, pero puedo asegurar, que quedarse sin tele, se nota. Y es que hace una semana, mi televisión decidió que, al igual que Roy Batty, todos los programas que habíamos visto se perderían como lágrimas en la lluvia, y que era hora de morir. Por suerte, me dio el tiempo justo para poder ver el especial de año nuevo de  Sherlock.
 
 

Tras el susto inicial de ver como, después de ponerse la imagen en rojo e infartar definitivamente, venía el desconcierto ¿Por qué decidía fallar tras diecisiete años de fiel servicio? Bastante poco, comparado con los 25 que llegó a aguantar, cual campeona, la Phillips de mis abuelos. La respuesta general fue, al parecer, que entonces los electrodomésticos duraban décadas por el mismo motivo por el que un 600 aguantaba 40 años. Explicación que, salvo hacerme pensar que ya no fabrican cosas como las de antes, no me servía de mucho para lo que necesitaba: Televisiones. Qué hacer ahora y cómo conseguir un repuesto. Porque junto a los 600, los tubos de imagen son una cosa del pasado…

 


Una televisión prestada me sirvió para, al menos temporalmente, poder seguir viendo las cadenas habituales. Aunque ninguna de mis gatas parecía contenta con el arreglo. Desde que llegó a casa, Sabela había decidido que su sitio, como los tapetes y las flamencas, era encima de la tele. Y que algo raro pasaba con su mueble favorito, aunque todavía no tenía muy claro el qué: ¿Había encogido, o ella se había vuelto gigante? ¿He mencionado alguna vez que Sabela no es la más brillante de las dos mininas?

 


Al menos esta me dio el tiempo necesario para traer una nueva, y de paso, cambiar de sistema. Porque hay que reconocer que la diferencia en la calidad comparada con la anterior es evidente, aunque solo fuera por el desgaste que esta podía tener. En realidad, las únicas que no siguen nada contentas con el cambio siguen siendo Sabela y Narnia, a las que no les convence nada ese aparato al que no pueden subir para echar la siesta. Es más, sospecho que seré yo la que salga perdiendo. Si entonces no era raro que viera las películas con una pata o una cola colgando delante de la pantalla, ahora me encontrado con una felina plantada en el medio y medio como si fuera la protagonista. Que en general lo son. Aunque algunas veces preferiría que se limitaran a hacer un cameo…

lunes, 25 de enero de 2016

Sinister 2 (2015). De siniestro, solo el nombre y de secuela, solo el número



Si hay algo de lo que no puedo quejarme sobre mi género preferido es la cantidad de buenas películas de terror que he podido ver en los últimos años. Y que esta abundancia no se componga exclusivamente de secuelas de una franquicia (bueno, Saw y Paranormal Activity son los Viernes 13 del siglo XXI, pero estas me las he saltado). En el resto de casos, o bien se trataba de historias cerradas o sin interés para continuarlas, o bien estas sí daban pie a una segunda entrega que realmente aportaba algo, sin quedarse en un sacacuartos. Con la impresión de que ahora la norma era el carácter un poco más cuidado de estas segundas partes, creí que con Sinister podrían inventarse un buen motivo con el que continuar un guión que, en la primera película, había quedado más que cerrado. Pero en realidad sirvió para demostrar otra cosa: que hoy sigue siendo posible hacer las cosas mal. Y si hace falta, se recurre a los fallos del cine de hace años para que el resultado sea todavía peor.

 


Sinister no había sido una gran película. Quería ser una de casas encantadas en las que se combinaban trucos muy tópicos, como los sustos predecibles o el comportamiento absurdo de los personajes, con ideas tan peregrinas que la hacían memorable, como el elemento central de la historia que era…un demonio cuya maldición se transmitía a través de la imagen en cintas de super 8 (el demonio, por supuesto, babilonio. Porque Mesopotamia lleva exportando clichés para guionistas desde los comienzos del cine). Un planteamiento muy raro, unos recursos tópicos para crear atmósfera pero que, como guión independiente, funcionaba como funcionan en algunos caso los relatos de terror: se salía de la norma y para que algo resulte inquietante, no puede buscársele el sentido. En la segunda parte, la maldición de Baguul, esta criatura, continúa, ya que no está sujeta a ningún lugar específico. Un policía, testigo de los hechos anteriores, se dedica a localizar todas aquellas casas donde se ha manifestado para quemarlas y acabar con su rastro. Pero en una de ellas es el hogar temporal de una mujer y sus dos hijos. Esta, intentando escapar de su marido, no es consciente del comportamiento extraño de estos, quienes desde su llegada a la casa, han encontrado a un grupo de niños y una colección de cintas antiguas en el sótano.



Si la primera parte intentaba aportar todo lo posible para que el público suspendiera su credibilidad y se metiera en aquel planteamiento tan extraño, esta entrega se carga cualquier logro que hubieran conseguido. Las escenas de los niños fantasmales sentados entorno a un proyector funcionaban entonces, pero ahora son estropeadas al querer enfocar esta trama desde el punto de vista de estos niños. Que hablan, que recuerdan demasiado a otras películas anteriores sobre niños siniestros, especialmente a Los chicos del maíz y que por exceso de exposición, hace que todo lo macabro y extraño que pudiera tener su aparición pierda esta característica y haga mucho más patente su absurdo. La atmósfera terrorífica intentan mantenerla a base de una banda sonora machacona, de apariciones fortuitas del monstruo principal y con otros trucos similares, que fueron casi la norma en el cine de terror de principios del 2000.

 


El guión adolece también de un montaje muy torpe: por un lado, todas las apariciones de los niños y de las cintas que intentan recordarle al público que están viendo una película de terror, y por otra, la trama de los personajes, sobre una mujer luchando por la custodia de sus hijos, un marido maltratador y malvado sacado en la última media hora, para poder justificar un asesinato, y un protagonista, por decirlo de algún modo, que no genera ninguna simpatína. Ni antipatía, ni interés, ni características propias, salvo una especie de estado de tembleque contínuo por aquello de que parezca un personaje y no un monigote. El efecto final es el de una película rompecabezas: una historia de fantasmas que va por un lado, y otra, propia de un telefilme de sábado por la tarde, que va paralela y en un momento determinado, coinciden en la parte final. Un final también propio de un telefilme, con una especie de susto a modo de cierre que no termina de quedar claro ¿es un final abierto? ¿Es un giro? ¿O es un screamer como en los videos de youtube?

 


Sinister 2 consigue una cosa: cargarse ella sola un amago de franquicia. Sin mucho sentido, ni personajes, ni en el fondo, necesidad de secuela, en cierto modo, hay que agradecerle que se llegara a producir: así queda comprobado que las cintas terroríficas y las maldiciones sirven para una sola película, y que estirar la historia es un error.

jueves, 21 de enero de 2016

Strange Magic (2015). Hadas, números musicales y George Lucas


Cuando la animación por ordenador era una novedad, era muy extraño que cualquier producción que contara con una buena calidad pasara desapercibida. Al menos, los estudios se encargaban de darle toda la publicidad necesaria para que la gente fuera al cine. Ahora que se han convertido en el formato más extendido, la competencia hace la promoción algo más complicado. Algo que no debería serlo cuando se cuenta con Geroge Lucas como uno de los principales nombres del proyecto. Pero el caso de Strange Magic fue uno de esos en los que en la promoción y estreno de la película  tuvieron mucho que ver los acuerdos y desacuerdos empresariales, y siendo una causa probable de su fracaso en taquilla. Aunque, una vez vista, no sería justo culpar solo a las decisiones empresariales, porque la película en cuestión no es que brillara mucho.

 


Strange Magic es lo que se llama (y que he tenido que mirar en internet) un Jukebok Musical, es decir, las canciones no son originales sino piezas conocidas que se integran en el guión. Este toma como principal inspiración El sueño de una noche de verano, situando la historia en un bosque, o el las dos partes de un bosque. Uno es el hogar de las hadas, el otro, es el pantano, donde viven los goblins. Todo comienza cuando Marianne, la hija del rey de las hadas, abandona a su prometido tras descubrir que este la había engañado. De modo que la única solución para su antiguo prometido, quien está más interesado en conseguir el reino, es obtener una pócima que hará que Marianne se vuelva a enamorar de él. Pero el rey del pantano ha ordenado cortar todas las flores necesarias para elaborar la poción, por lo que este se valdrá de Sunny, un pequeño elfo enamorado de la hermana de Marianne, para conseguirla. Y como suele pasar cuando hay pociones para el amor a primera vista en una trama, estas tienen la mala costumbre de caerse por accidente sobre los personajes, dando lugar a varias complicaciones, e incluso a una historia de amor verdadera.



De la película a nivel formal no hay nada que decir. Lo cierto es que hoy hay que esforzarse muy poco, o contar con muy pocos medios, para que una animación por ordenador resulte mala, algo descartado cuando está detrás un estudio como Lucasfilm. La animación es buena, los escenarios también, y los personajes son expresivos. Pero una parte de los diseños no terminan de funcionar: a las hadas y los elfos les han dado un diseño que intenta ser muy cercano a la realidad, lo que consigue en realidad el efecto contrario: resulta extraño, haciendo que al público le resulten más cercanos los personajes de aspecto más fantástico. Algo que también pasaba en Shrek, pero en menor medida al haber optado estos últimos por darle incluso a los protagonistas humanos un aire un poco caricaturesco.

 


Es en cambio la otra parte de la animación la que salva la mayoría de la estética: con todo el estilo más oscuro y más de monstruos, todos los diseños del reino del pantano, tanto escenarios como sus personajes, están mucho más logrados, son más creativos, e incluso despiertan muchas más simpatías (porque en el fondo, esta tampoco es una película sobre malos monstruosos). La originalidad de estos no reside solo en buscar lo típico que parezca siniestro, sino simplemente, optar porque todos los duendes tengan aspecto de algo relacionado con un pantano: setas, sapos, insectos e incluso roedores se reconocen fácilmente. Y en algunos momentos, parece que los diseñadores se sentían bastante más cómodos con las posibilidades que ofrecían estos en lugar de las hadas, mucho más sosas. Algo que incluso se nota en el guión porque es a partir del momento en que la historia se traslada a este escenario, se vuelve mucho más dinámica e interesante.

 


Precisamente es la historia lo que supone la parte más floja, y en el fondo, el motivo por el que es una película muy fallida: su creador quiso plantear la película como una historia de fantasía para niñas de doce años, pero esta interpretación resulta muy limitada y muy melosa. Parece un poco injusto el calificar así un guión cuyo objetivo es girar en torno a temas como la confianza, el amor verdadero o que las apariencias no importan, pero estos temas son desarrollados de una forma en la que el término “para niñas de doce años” es casi despectivo. Porque pese a tener tanto peso la trama romántica a esta le falta mucho trabajo, y en algunos momentos parece un tanto vacía. Marianne será el personaje principal, pero su montaje musical de princesa enamorada a desengañada y especialista en combate cuerpo a cuerpo parece un poco porque, sí, porque en el guión hay escenas de lucha y se necesitaba a un personaje así. Entre la presentación del conflicto, que se queda más a nivel de una serie de Disney Channel que de una producción de animación que hayamos visto en los últimos años, y  el exceso de luminosidad y falta de originalidad en los escenarios de las hadas, hace que la primera parte se haga bastante larga, y que la historia no empiece a remontar hasta que no llegué todo lo relativo a los escenarios en el pantano y los goblins, donde los personajes empiezan a ganar mucha más química y simpatía.

 


La parte musical también funciona bien (bueno, si tratándose de un musical, esto no funcionara, sí que sería un fracaso absoluto),  tanto a nivel de reparto como en algunas apariciones, porque en realidad, es imposible ponerse muy exigente con ninguna película si Alan Cummin se encarga de doblar al Rey del Pantano. Y de paso, quitarle un poco de melosidad a todo el asunto. La recopilación de canciones es muy variada dentro del tema: desde alguna muy popular de los sesenta, hasta otras del 2010, lo que hace que al tratarse de piezas muy conocidas, no sea necesario que tengan que sonar siempre de forma íntegra, cortándose en determinados momentos para emplearse después. De hecho, el uso de según cual canción es todo un acierto: algunas, como “Sugar Pie Honey Bunch” quedan asociadas a los efectos de la pócima o a los engaños amorosos, y otras se usan a modo de guiño cómico..que funciona. Porque reconozco que el batallón de soldados tarareando el estribillo de Bad Romance tenía gracia.

 

Strange Magic no puede culpar solo a la falta de promoción por su fracaso. Es una película floja, de esas que podían haber conseguido más y se quedan solo en las infografías bonitas y en el tirón de las canciones conocidas, cuando el guión debería haber tenido mucho más trabajo. Pero solo es una película floja, no una mala: superada una primera parte bastante aburrida, sí es posible pillarle la gracia a los diseños de los goblins y de las canciones, que en parte, era de lo que se trataba.

lunes, 18 de enero de 2016

Pesadillas (2015). R. L. Stine y la reunión de monstruos



R. L. Stine fue uno de esos escritores que en los noventa vendió millones de ejemplares y que hoy es un material muy añorado (porque también hay nostalgia de los noventa, y eso da muy mal rollo. Si parece que fue ayer por la tarde cuando Nirvana estaba de gira). Igual por eso, y por el cariño que le tienen sus lectores de antaño, no parecía una mala idea el producir una película basada en los libros. Por eso, y porque el abaratamiento de los efectos especiales también haría posible que una de las cosas que caracterizaba a Pesadillas, como la aparición de todo tipo de monstruos, pudiera llevarse a cabo sin que estos parecieran en exceso marionetas, o peor, efectos especiales del canal Syfy.



Otro de los problemas  para hacer una versión en cine eran los propios libros. Porque estos no tenían un argumento ni personajes con continuidad, sino que eran novelas independientes. Por lo que una adapción literal sería imposible si no se limitaba a un libro en concreto. La solución por la que optaron, además de original, fue muy efectiva.



La película de Pesadillas, más que los libros, adapta el contenido de todos los libros y sus características: escenarios, perfil de los protagonistas, objetos, monstruos, giros inesperados e incluso al propio autor, que se convierte en uno de los protagonistas. Esto es lo que se encuentra un chico de quince años cuando se muda a una pequeña ciudad. Pese a lo aburrido del barrio, su vecina parece simpática, si no contara con un padre muy protector y huraño. Cuando, buscando a su amiga este se cuela en la casa, descubre lo que este escondía: una biblioteca formada por los manuscritos originales de pesadillas, una serie de libros infantiles escritos por quien resulta ser su vecino. El motivo que lo lleva a haberlos escondido no es otro que evitar que los monstruos que los protagonizan puedan escapar. Cuando por accidente estos escapan y los manuscritos que los guardaban  son destruidos, Stine y los amigos de su hija deben encontrar la máquina de escribir que utilizó entonces, para escribir un nuevo libro donde puedan encerrarlos una vez más.


Como adapción, ha optado  por un camino muy curioso: salir de los libros y presentar al autor  como parte de la ficción ¿Y como lo consigue?  Pues gracias a uno de los elementos de sus libros: en este caso, una máquina de escribir que convierte textos en realidad. El resto está presente como parte del argumento: una localidad pequeña donde no pasa nada fuera de lo común, el protagonista que sospecha que hay algo extraño, y por supuesto, los giros inesperados. Porque estos eran la marca de la casa, algunos más ingeniosos y otros más pillados por los pelos. Y es que  a lo largo de la trama aparece más de uno, aunque de una forma más sutil y mejor integrada que en la de algunos textos del autor.



A R. L. Stine lo interpreta Jack Black, que se excede algo menos en la comedia al tratarse de un personaje más serio que sus habituales, salvo por todas las características propias del cliché de escritor gruñón y recluso. Lo cierto es que al contar con un reparto muy joven, él es el que más defiende la película, porque el resto de presencia adulta se reduce a algo muy secundario.



Los efectos especiales son más que correctos, y a favor de ellos cuenta el mezclar de una forma muy hábil la infografía con lo tradicional: esta más que brillar, cumple, para recrear los monstruos más aparatosos, mientras que los más artesanos sirven para que los que son en apariencia simples, tengan un aspecto más real. Porque algo tan sencillo como un muñeco de ventrílocuo o unos enanos de jardín (sí, este hombre sacaba hasta monstruos lámpara si hiciera falta), funcionan mucho mejor cuando no son otra cosa que un muñeco, de movimientos torpes y aspecto de marioneta, pero real para los personajes.



A la hora de reunir todo lo que caracteriza a los libros para formar una historia, el resultado ha sido bueno: no es una gran película infantil, pero es divertida, dinámica y la reunión de monstruos variados recuerda mucho a Una pandilla alucinante. Pero  el querer acercarse demasiado a los clichés del cine juvenil hace que este  resulte muy predecible y forzado en los comienzos. Lo único que no se ha respetado es la edad de los protagonistas, que frente a niños de doce o trece años, aquí son chavales de quince con aspecto de diecisiete. Decisión que parece unicamente tomada para poder incluir la correspondiente trama romántica y una secuencia en un baile de instituto sacado de la manga y con el que desde el primer minuto, se empeñan en insistir sobre su celebración. El amigo del protagonista no pasa de ser un secundario cómico que se pega a este sin más motivo que el de aportar el elemento friki y cómplice como conocer los libros y causar por una torpeza bastante forzada, la huida de los monstruos. Pero lo peor, y precisamente relacionado con la trama romántica, es la falta de riesgo a la hora de que el guión ofrezca una sola nota triste. Nadie, especialmente el personaje cuyo trasfondo estaba pensado para tal fin, corre un verdadero riesgo. Y lo que podía quedarse como un desenlace más efectivo, resulta un truco bastante forzado para que la película cuente con un final feliz soso y para contentar a todos.

De esta versión en cine de Pesadillas puede decirse que el acomodarse a los estereotipos del cine juvenil no le ha sentado bien. La convierte, en el fondo, en una película más para jóvenes. Pero exceptuando estos detalles poco acertados, ha resultado una adapción muy original en su planteamiento, divertida gracias a todas las apariciones de los monstruos creados por Stine, que en mayor o menor medida tienen algún plano, e incluso por la del propio autor, pero el de verdad, que también tiene un pequeño cameo

jueves, 14 de enero de 2016

La guerra de las Galaxias. El despertar de la Fuerza (2015). Volviendo a lo que funciona



Aunque George Lucas tenía pensado que Star Wars fuera una saga de nueve películas, tardamos décadas en ver la segunda trilogía. La tercera, ni siquiera  de mano suya, sino que es otra ahora es otra franquicia propiedad de Disney y es J. J. Abrahams  quien lo sustituye como director. De poco me habría enterado, porque aunque vi y me gustaron las tres primeras, no llegué a pasar de El ataque de los clones, que sirvió también para convencerme de que la próxima secuela estaría mejor en manos de cualquier otro.



El despertar de la Fuerza transcurre varios años después de El retorno del Jedi, donde, hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana...pero realmente alguien no conoce el argumento? Porque a grandes rasgos, continúa el mismo con el que Lucas se ganó a los fans entonces. Esta vez ya no es el Imperio el que amenaza a los rebeldes, sino la Primera Orden, quienes pretenden aniquilar a la República y a la Resistencia liderada por la General Leia Organa. Luke Skywalker, el último jedi, ha desparecido, y la única esperanza de encontrarlo es el mapa que guarda un pequeño androide. Rey, una joven que se gana la vida como chatarrera, es la primera en encontrarlo. Su descubrimiento la llevará a abandonar su planeta, conocer a los héroes de la última guerra, enfrentarse a los enemigos de estos y descubrir que ella también oculta un poder que desconocía.



La aportación de Abrahams  a La guerra de las galaxias ha conseguido funcionar en todos los campos. Por un lado, aporta una visión más dramática  a la guerra mostrando todas las consecuencias que las órdenes de los antagonistas implican: las muertes de personajes anónimos, así como la violencia que se entrevé, inesperada en una película familiar, hace que se sienta compasión por estos, no solo por los principales. Al igual que presentar a un personaje que proviene de un bando anteriormente uniforme, como eran los soldados del imperio, antes limitados al papel de clones (aunque el truco de decir "ehm..no, es que no es un clon. Es que es un niño robado y educado para ser trooper" es un poco pillado por los pelos). Finn, aun siendo solo coprotagonista, sí presenta una aproximación menos en blanco y negro y más abierta , que se sale de los esquemas habituales en la serie.


La otra mejora es precisamente lo opuesto: frente a esta visión más seria, quizá algo más realista, el resto de la película cuenta con un sentido del humor más visible, que no llega a la payasada pero que hace que el guión no sea solemne en todo momento, sino que muchos de los personajes recurren al humor como forma de desdramatizar determinados momentos o para enfatizar el desafío de una situación.



Siendo una continuación, parecía los nuevos protagonistas lo iban a tener difícil frente a Leia, Han, Luke y los droides. Pero Rey y Finn se ganan su puesto como sucesores de los anteriores héroes. A lo largo de la trama se los ve progresar como tal y de una forma menos lineal que pudo ser Luke: estos muestran mayores miedos, rechazo a las responsabilidades, y por eso resultan más humanos y cercanos al público. Aunque en algunos momentos se nota demasiado que el trasfondo de estos vendrá en la próxima secuela: los flashbacks de Rey son casi un adelanto para esta, y en el caso de Kylo Ren, se nota que le va a hacer mucha falta este para que pueda ser algo más que un "yo de mayor quiero ser Darth Vader". Y si, los protagonistas anteriores tienen también su papel, pero muy bien dosificado. Sin ser un guiño, estos están presentes de forma que dan paso al nuevo reparto, salvo en el caso de Han solo, quien de los clásicos es el que tiene un mayor papel y muy destinado a ofrecer el correspondiente relevo.

Pese a las renovaciones, la película se ha mantenido muy fiel al estilo original, y en todos los ámbitos: es muy cercana a la estética e intenciones de La guerra de las galaxias, pero teniendo en cuenta los elementos que han pasado a formar parte del universo de la serie. En las secuencias conviven perfectamente los efectos digitales con las marionetas y los tradicionales que caracterizaron la primera entrega. Y que, en La amenaza fantasmas habían sido despreciados en favor del ordenador, la pantalla verde, y para que negarlo, el mayor aburrimiento posible. Incluso la estética recuerdan a esta: los alienígenas siguen siendo criaturas fantásticas y propias del space opera, pero los vestuarios se vuelven mucho más sencillos, reconocibles y alejados de las extravagancias del Episodio I y siguientes.

 
 
Quizá también por los desaciertos que supusieron las precuelas, esta entrega ha optado por ir a lo seguro: ha recuperado el estilo y diversión de la original, pero en cierto modo, no es más que el guión de esta con unas actualizaciones. Con un poco más de atención se reconocen el planeta desértico, los malvados, la figura del mentor, el héroe con un destino que cumplir y un pasado por descubrir, el villano que ofrece la alternativa del lado oscuro..y por si no fuera poco haber destruido ya dos Estrellas de la murete, ahora van y hacen otra ¡Es que los malvados imperios galácticos no aprenden nunca! Cosas como estas hacen pensar que, más que una secuela, es un reboot para las nuevas generaciones.


Pero cuando una historia funciona, es difícil quejarse. Y esta lo hace. Tal y como lo hizo La guerra de las galaxias y El imperio contraataca, que en el fondo, bebían del space opera y de la fantasía. Quizá en el caso de esta entrega sea un poco traicionero el volver a repetir la historia dentro de una misma franquicia, pero El despertar de la Fuerza me gustó. Sin ser una gran película a nivel de argumento e innovación. Pero esta me divirtió, me preocupé por Finn, por Rey, BB8 me hizo gracia y me pareció interesante la dinámica entre los antagonistas, Kylo Ren y el general que no es el almirante Tarkin, pero que el pobre lo intenta. Incluso los niños pequeños que se reían, se asombraban y preguntaban a sus padres sobre lo que pasaba en la pantalla me parecieron menos irritantes que en otras ocasiones. Disfrutaban, simplemente, como niños, de una forma más espontánea que los espectadores adultos.

Se nota que Disney quiere amortizar su nueva marca, y tras El despertar de la Fuerza para poner en marcha la saga, nos esperan una secuela y un spin off en años alternos. Interés y material dentro del universo no les falta, y desde luego, si les sale una producción tan efectiva como esta, será suficiente como para que se puedan olvidar unas precuelas que ni el público ni la serie merecían.

lunes, 11 de enero de 2016

Obituario; Angus Scrimm


Angus Scrimm es otro de esos nombres que no suenan demasiado ante el público en general. Pero, que al igual que Wes Craven, cuenta un gran aprecio entre los aficionados al cine de terror. Y que, en este caso, interpretó a uno de los monstruos emblemáticos de la década de los ochenta.




Hablar de Scrimm hace pensar inmediatamente en El Hombre Alto, el misterioso guardián del cementerio que persiguió a Reggie Bannister durante las cuatro entregas de Phantasma. Un personaje que, comparado con el resto de la década, podía ser menos popular que Freddie Krueger, menos llamativo que los cenobitas de Hellraiser, pero que contaba con su propio carisma y estilo. Sus inexistentes líneas de diálogo, su ausencia de trasfondo y el aspecto amenazador que aportaban los 1.93 cm del actor, enfundado en un traje de director de funeraria, lo convertían en un hombre del saco moderno, pero muy deudor del pulp, de las imágenes de la cultura popular, y en cierto modo, una posible fuente de inspiración para el Slenderman que aparecería unos años después.




Al contar con un papel reconocible, su carrera como actor parece no contar con otros papeles igual de famosos. Lo cierto es que para su edad, sus apariciones en el cine son bastante tardías, a partir de los 70, y una parte de ellas, en producciones B y Z…aunque eso no implica que fueran películas horriblemente malas. Bueno, sí, lo eran, Pero dentro de la categoría de lo disfrutable y la comedia involuntaria. Algunas de estas podían resultar casi un cameo y ser de lo más variadas: desde una aparición muy breve como Rey de los vampiros en Subespecies, hasta una parodia de El hombre alto en Transylvania Twist, una comedia de terror llena de guiños a películas que, además de funcionar perfectamente como comedia, dentro de este estilo, los hermanos Wayans deberían verla varias veces, a ver si aprenden que entre “comedia terrorífica” y “Scary Movie”, hay una diferencia abismal.

 

 

El cambio de siglo aportó papeles con un carácter más regular, y quizá alejados de la serie B por la que lo conocimos entonces: un personaje recurrente en Alias, la serie de Abrahams y Jennifer Gardner. O, para los que seguíamos prefiriendo el terror, una actuación breve, pero memorable, como médico en I sell the Dead, una película sobre la época de los ladrones de tumbas, con mucho humor negro y que en algún momento debería ver de nuevo, porque se merece una entrada por sí sola.

 
 
Después de algo más de tres décadas siendo toda una cara recnocible, en múltiples películas, series y sobre todo, como personaje emblemático de una saga, Angus Scrimm fallece el pasado domingo a los 89 años. Y del que nos queda, al menos, una de sus pocas, pero memorables, frases como El hombre alto: “ Booooy…!”

Mientras terminaba de escribir, veía la noticia de David Bowie. No es habitual que le dedique a la entrada a los músicos, pero hoy es una excepción. Para mi Bowie fue desde siempre, el rey Jareth.

 

sábado, 9 de enero de 2016

Estamos de aniversario. Y van siete...


No hay un 9 de enero sin que le dedique una entrada al aniversario del blog. El primer año tiene su gracia, a los cinco ya es una cifra respetable, y siete…¿Realmente llevo siete años escribiendo y buscando fotos de gatos según el tema? Si hubiera sido en papel, esto sería una saga de siete libros mínimo. Y probablemente, protagonizados por Sabela, Narnia y Dalek.

Del último año hice hace poco una lista sobre lo más importante que había pasado o visto. Se quedaron fuera, por unos cuantos días, el mencionar lo mucho que me divertí con Ash vs The Evil Dead, e incluso viendo en el cine El despertar de la Fuerza. Y es que, si no fuera por internet y el ver a la gente por la calle con smartphones, con estrenos como estos y lo fuerte que ha pegado la nostalgia, en lugar de 2015 perfectamente podría ser 1985.

También ha sido uno de los años en los que  más movimiento han tenido las entradas de obituarios, y especialmente, las que más me han dolido como lectora, como espectadora y como persona a quien el trabajo de estas personas hizo muy feliz. No va a haber más libros contando lo que pasa en Mundo Disco, y el creador de Freddy Krueger no torcerá el morro ante el reboot de Pesadilla en Elm Street del que ahora empieza a hablarse.

En resumen, un año más, y también algo más de cien entradas sobre cine, libros, series, gaticos, y sobre todo, mi agradecimiento a todos los que han pasado por aquí. Y en 2016, seguimos.

lunes, 4 de enero de 2016

Ash vs Evil Dead (2015). Hail to the King, Baby!


 

Después de ver el primer capítulo de la saga Evil Dead, me faltó muy poco para salir a la calle dando voces de alegría y ponerme a escribir sobre el regreso de Ash Williams y el Necronomicon. Preferí esperar a terminar la serie, en el último caso, y en el primero, por suerte, me contuve. Habría sido muy desconcertante para todo el vecindario…pero tres películas y un piloto de cuarenta minutos que superaba mis expectativas lo hubieran justificado.

 


Han pasado 23 años desde el estreno de El ejército de las tinieblas, donde el personaje de Ash se convertía en el héroe bocazas y muy de dibujo animado que sería popular y donde aparentemente, no había ningún motivo de guión para no continuar la serie. Hubo rumores y un montón de ficción derivada de esta saga en forma de videojuegos y comics, pero esa cuarta película no llegó a tener lugar. Lo que llegó en realidad fue una serie que, pese a continuar la línea argumental, se saltaba por motivos de derechos todo lo relativo a la narración para conservar únicamente a su protagonista como se caracterizó entonces. Ash, el empleado de S- Mart (ahora Value Shop) conserva de entonces su motosierra, una escopeta y un ejemplar del Necronomicon que guarda en una caravana. Porque durante las últimas dos décadas y pico se ha dedicado a mantener un puesto de trabajo que no va a ninguna parte, ligar con todo lo que tenga faldas ya demostrar que el haber sido un héroe no implica que sea inteligente, tras liberar de nuevo a los demonios al recitar unos cuantos pasajes del libro intentando impresionar a una chica. No tan en forma como en sus buenos tiempos, tendrá que abrirse paso disparando y troceando a todos los cadáveres que intentan arrebatarle el Libro de los Muertos. Pero esta vez no está solo: Pablo y Kelly, sus compañeros de trabajo, lo ayudan por distintos motivos. Y una mujer, que asegura ser la hija del arqueólogo que descubrió el libro, está convencida de que Ash es el causante de la vuelta de los demonios.

 



Cuando pasan muchos años desde la aparición de cualquier ficción, sea película, libro o cómic, una secuela tardía no suele dar buen resultado. O el original está demasiado idealizado por la nostalgia y parece inigualable, o realmente estas continuaciones no están a la altura. Y, en algunos casos, los propios autores evolucionan de forma distinta desde sus primeras obras, de modo que su forma e intereses a la hora de contar una historia va a ser muy distinta que hace treinta años. Por eso un trailer bastante prometedor no era suficiente como para que confiara en una secuela que había sido reconvertida a serie, hasta que el primer capítulo confirmó que, en muy contadas ocasiones, estas secuelas funcionan. El guión ha sabido adaptarse muy bien al hueco temporal, especialmente, en cuanto a su protagonista. El Ash que aparece aquí es realmente el personaje original, que ha seguido una evolución lógica, para la idea de la serie, durante este lapso de tiempo. El personaje como tal fue desarrollándose mucho más en otros formatos, con lo que el público tenía ya una idea de este a la que se ha respondido perfectamente: es vago y desastroso desde un punto de vista cómico, sigue conservando sus frases ingeniosas en todo momento y una actitud entre chuleta y rancia que a ratos parece un poco de héroe de los cincuenta, y a otros, se hace evidente lo absurdo de esta gracias a sus coprotagonistas. Es imposible imaginarse a otro Ash que no sea el interpretado por Bruce Campbell, quien además de seguir en forma para las secuencias más exageradas y de caricatura, demuestra sacarle mucho partido a otros aspectos cómicos del personaje, como los años que le han pasado por encima y la falta de luces que lo caracteriza.

 


La principal diferencia respecto a las anteriores secuelas es el contar con más de un personaje principal. Si en las anteriores cualquier otro parecía destinado a ser una víctima, esta es una entrega algo más coral, donde además de cotar con dos coprotagonistas, hay otros personajes regulares que aportan nuevos elementos a la trama. Resulta un poco difícil el que alguien le de pie a un personaje como es Ash, sin caer en el papel de secundario gracioso (porque en realidad, toda la serie es una comedia. Con muchas tripas y sangre, pero comedia), o en comparsa para que el público más joven siga a un héroe que pasa la cincuentena. Pero consiguen que tanto Pablo como Kelly tengan caracteres dispares, útiles para la trama, y que se ganen la simpatía por méritos propios. No pasa lo mismo con Fisher, la policía que parecía querer servir un poco de nexo entre el mundo enloquecido de Evil Dead y el real, y que al final se queda en un amago de interés romántico que no aporta mucho. El papel de Lucy Lawless, exceptuando la diversión potencial que implica tener a dos actores como ella y Bruce Campbell en una comedia gamberra, no es un aporte contínuo: sus apariciones son más esporádicas, que bien sirven de enlace también con las películas anteriores, y como posible giro de final de temporada o enigma para la siguiente.

 


En cambio, hay algo que sí han mantenido y que ha sido el mayor factor de éxito de la serie: es muy cercana al espíritu de las películas. Estas empezaron como cine de terror al uso, y muy sangriento, y fueron avanzando hacia el terreno de la comedia. El exceso de destripes, disparos y el montaje acelerado sigue ahí, igual que el estilo mucho más artesanal de los efectos especiales, que en ningún momento tienen un aspecto cutre pero sí resultan mucho más tangibles y en consonancia con la saga. Y que hacen parecer a los digitales, a los que recurren en algún momento, tremendamente anacrónicos. Algo extraño, porque no es una producción que estuviera falta de presupuesto.

 


Ha sido toda una sorpresa que la cuarta entrega de Evil Dead no fuera una película, sino una serie. También con una distribución de la duración un poco extraña pero acertada: el primer episodio de 40 minutos sirve para interesar al público que, o bien estaba esperando esta secuela, o bien tenía curiosidad por saber qué era. Y el resto, son episodios de media hora escasa más propios de las sitcoms. Que, en algunos casos, saben a muy poco, en la mayoría tienen la duración y dinamismo justo, y en algún momento aislado, parecen un poco de relleno. Algo habitual en el formato de series, porque aún contando con pocos episodios, es muy difícil que todos resulten brillantes. Pero que no decepciona tras una espera muy larga, sino al contrario: el saber que habrá una segunda temporada ha sido una gran noticia.

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