Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 28 de septiembre de 2017

The Vault (2017) ¡Esto es un atraco (embrujado)!


Que cualquier lugar puede ser susceptible de estar embrujado es algo que se ha visto en la ficción desde hace mucho. Es más, hoy hasta el lugar más insospechado es susceptible de ser escenario para una historia sobrenatural, y las mansiones y rectorías han dado paso a hoteles, hospitales, algún que otro barco y hasta comisarías. Pero si hay un sitio que ya le impone respeto al público, después de la delegación de Hacienda, es un banco. Un lugar donde lo habitual es ser escenario de películas de acción y algún que otro drama era, al menos, un punto de partida interesante para ofrecer una historia donde se mezclaran un poco estos géneros.



The Vault comienza con una llamada telefónica donde un empleado de banca avisa a la policía sobre el atraco que está teniendo lugar. Algo que en principio adelanta acontecimientos, ya que la historia comienza un poco antes, con un grupo de personas dispares se encuentran en la sucursal bancaria: por un lado, los empleados que asisten atónitos a una escena típica de cualquier película cuando un grupo de ladrones irrumpen en el local. Por otro, los organizadores del plan, tres hermanos que se han visto obligados a recurrir al golpe para pagar ciertas deudas. O por aquello de darle algo de trasfondo a los protagonistas, porque poco más se sabe del tema. El robo no sale como esperaban, obteniendo un botín más bien escaso y el grupo no tiene otra opción que intentar abrir la cámara acorazada que se encuentra en el sótano y así poder justificar un plan que no ha salido como esperaban. Pero con la policía a punto de llegar, las sospechas empiezan a surgir entre ellos, y no son las que podían esperarse en un escenario así: además de desconocer quien pudo haber dado la voz de alarma, los empleados aseguran que algo sucede en el sótano, y que ninguno bajaría allí ni por todo el dinero que permanece guardado en la cámara.





La idea de mezclar en el mismo metraje una trama sobre atracos y una sobrenatural es de lo más curiosa, y cuando menos, da para una historia entretenida y que se sale de lo común. Pero también resulta fallida: la impresión que da es que ambas han sido pegadas como podían, y que es solo a base de diálogos como consiguen que coincidan: si los primeros minutos responden al milímetro a un guión sobre robos, los intentos de ir introduciendo lo fantástico resultan muy forzados. Ya resulta un poco chocante que alguien en una entrevista de trabajo empiece a hablar de lo poco que duran sus empleados porque les da miedo el sitio, pero es más chocante que uno de los rehenes le asegure a los atracadores que en el banco sucede algo paranormal ¿Que la cámara acorazada da miedito? Como si un tipo con un fusil de asalto apuntando hacia uno no lo diera...



La parte fantástica tampoco queda clara: si en un principio querían quedarse con el aspecto más tradicional de los fantasmas, estos acaban teniendo unas apariciones en las que no queda claro si se trata de espectros, resucitados, o algún tipo de zombies, y donde, por si acaso, se empeñan en hacerlos aparecer un poco porque sí, a modo de sopresa final. Y si al principio esto iba funcionando (si el espectador pone bastante de su parte, eso sí), los tramos finales estropean lo poco que habían conseguido en la primera parte. Los personajes, salvo el trío protagonista, son víctimas de esta aproximación tan tópica: dos de ellos se limitan a estar ahí un poco para hacer fondo y ser protagonistas de unas muertes un poco grotescas, y los otros tres actores hacen lo que pueden con unas pinceladas tan simples para sus personajes: que si no les quedaba más remedio, que si son delincuentes con un código de honor, que si hay que pagar deudas..Algo que más que servir de algo en el guión, parece pensado para darles unas guías de actuacíón. Que por suerte les funcionan: los tres al menos desempeñan su interpretación con bastante soltura, y dentro de lo simple de sus personajes, resultan medianamente creíbles. Al igual que James Franco, aunque en su caso es un poco extraño que aparezca en la cabeza del cartel cuando su personaje sale tan poco que casi parece que solo fue por ahí a recoger unas llaves.



The Vault resulta una película un tanto fallida, No es una de atracos, tampoco una de fantasmas al uso, y aunque salen ambos, no terminan de tener claro qué quieren hacer con ambas tramas. En cambio, no llega a ser un desastre absoluto: intenta, aunque no lo consigue, ofrecer una historia un poco distinta. No se pasa de ambiciosa, trabajando muy bien con los cuatro escenarios limitados de los que disponen, e incluso cuentan con un par de momentos (como lo que hay en el interior de la cámara o que el vestuario de uno de los personajes revele bastante sobre su pasado) más brillantes que el resto del conjunto. Las hay mejores, pero también mucho peores, y al menos, este atraco no es una mala opción para una tarde de domingo.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Roberto García Álvarez y El caminante de Providence. Spoiler: Howard muere al final


 
A H. P. Lovecraft muchos empezamos leyéndolo como escritor y lo terminamos como personaje. Bien como referente histórico en alguna aventura de época, bien como protagonista. En algunos casos como el propio escritor que se enfrenta a una situación inesperada. En otros, plantado nada menos que ante sus propias creaciones. Pocas veces se ha dado una unión parecida entre un autor y el mundo creado por este, quizá empezando esto desde el momento en el que se le ocurrió crear el Necronomicón e incluso dotarlo de un trasfondo histórico. Entre todas estas invenciones, pastiches y variaciones, nos quedaba pendiente la novela más peculiar que llegó a protagonizar: su propia vida.



De las biografías escritas sobre Lovecraft la más conocida en España era la de Sprague de Camp, que en los años siguientes quedaría bastante desprestigiada por la inexactitud de los datos y por convertir a H. P. L. en poco menos que una caricatura del escritor recluso e incapaz de funcionar por si mismo. Además de haber aparecido material suficiente como para poder dar una visión mucho más completa de este. Esta es la idea principal de Roberto García Álvarez, quien desde un principio expone su intención de separar al “personaje”, la imagen que sus primeros lectores nos hicimos y fue postertiormente popularizada, de la persona. Que en realidad es muy distinta: comenzando por unas referencias bastante amplias a sus antepasados cercanos, y terminando por lo que sucedió con su obra unas décadas después, cubre de una forma muy exhaustiva sus primeros años, o en su caso, las circunstancias que entonces afectaron a su familia, su etapa escolar, su carácter, un poco particular y a veces neurótico pero también muy lejos del ermitaño que se esperaría. Su fallido matriomonio con Sonia Greene, su trato, por carta o en persona, con distintos escritores que formarían parte de su círculo o se distanciarían del fantástico, e incluso, los recovecos legales y sucesorios que tuvieron lugar para que los lectores de décadas posteriores conocieran los Mitos de Cthulhu.


El trabajo realizado por García Álvares a nivel de lectura es más que satisfactorio: el libro es muy ameno, directo y no se pierde en teorizaciones, sino que expone los hechos tal cual. O, en algunos casos, expone las distintas versiones, sin optar por ninguna y sin más objetivo que el lector las conozca. E intenta, ante todo, mantener un tono objetivo, sin que se hagan evidentes sus opiniones personales. Algo lógico siendo una biografía, pero es muy difícil que en las páginas no quede solamente el estilo como parte de su autor. En este caso, sus menciones al libro de De Camp son muy críticas, y algo menos a la figura de Derleth, quien sorprendemente, tuvo bastante importancia como editor póstumo de Lovecraft pero no como uno de sus amigos más cercanos.



La visión que da tanto de Lovecraft como de sus allegados también es muy completa: no solo queda lejos del estereotipo popular sino que consigue el objetivo que se había propuesto: retratar a una persona, y no a un personaje. Con unas neuras que quizá lo convirtieran en alguien un poco extraño, pero no tan victima de las circunstancias como se lo retrató previamente. Algo que también puede aplicarse a su familia, donde si bien no se excusan los trastornos que marcarían a los Philips, también están muy lejos de ser unas figuras dominantes o negativas: en la vida, como en las mejores novelas, nada es blanco y negro.



El momento Sálvame que estábamos esperando: H. P. L. y Sonia Greene

Además de su valor biográfico, el libro es toda una fuente de información sobre ciertos aspectos poco conocidos en la vida diaria de la época de preguerra y los posteriores. El aislamiento, tanto en la figura de H. P. L. como en la de muchos lectores y escritores aficionados, no era tal, como se demuestra la extensa red de prensa aficionada con la que este trabajó durante gran parte de su vida. Un conjunto de personas, asociaciones y redes de contacto postal que poco tendrían que envidiar a internet en el próximo siglo (y que de paso, hacen pensar que Lovecraft se sentiría más que cómodo ante un teclado de ordenador. O viendo vídeos de gaticos).



Como biografía para interesados en H. P. Lovecraft, El caminante de Providence es posiblemente una de las mejores lecturas de las que se pueden disponer hoy, además de ser de las más recientes (aún sin haberla leído, empiezo a sospechar que la de Sprague de Camp entra más bien en el terreno de la novela). Y lo del spoiler del principio era broma: Howard no muere al final. Ni Robert E. Howar, ni Clark Ashton Smith. Permanecen, como muchos otros, con sus lectores.




jueves, 14 de septiembre de 2017

El último cazador de brujas (2016). Fantasía urbana, peleas y frikismo. Sobre todo, este último.

En este blog somos partidarios de las brujas por motivos obvios

Entre estreno y estreno grande, siempre es posible encontrar películas de género fantástico que cubran un poco el hueco que queda entre las anteriores. La saga de Resident Evil se las apañó bastante bien en estas condiciones, y de vez en cuando, alguna producción similar prueba suerte, aunque en el fondo, sean un poco la versión actualizada de las series B, con un presupuesto y medios que sus predecesoras de los ochenta no hubieran soñado. Pero, ¿Quién dijo que esto sea malo? Si alguna de las películas más divertidas y originales han visto la luz dentro de esta etiqueta.



El último cazador de brujas no viene a revolucionar el género, pero sí sería un poco este caso: medios más que suficientes y un argumento muy fantástico y muy pensado  para un público concreto. En este caso, el que va a seguir las aventuras de Kaulder, un cazador que en la edad Media consigue acabar con la reina de las brujas, quien ha desencadenado la peste negra sobre Europa. Esta, antes de morir, lo maldice condenándolo a vivir eternamente. Lo que Kaulder, lejos de parecerle una tragedia, le sirve para convertirse en una leyenda en el mundo de las brujas supervivientes y de los pocos humanos que conocen su existencia. Ochocientos años más tarde ambos mantienen una tregua que el último cazador se encarga de hacer cumplir, capturando a todos aquellos que incumplen las normas, interfieren en la vida de los humanos o suponen un peligro. Y que últimamente han empezado a multiplicarse: corren rumores de que la reina de las brujas planea su regreso, que este está relacionado con la vida eterna de Kaulder, y que pese a haber trabajado solo durante los últimos siglos, la ayuda prestada por una hechicera capaz de moverse entre los sueños y el secretario designado por la iglesia como su ayudante, puede ser la clave para evitarlo. 


La mayoría de intentos de pasar las características de la fantasía  urbana al cine no han terminado de cuajar. Yo, Frankenstein resultaba un poco desbarre, Cazadores de sombras  era poco más que un fanfic hecho con cosas vistas mil veces y solo Guardianes de la noche, con todas sus rarezas, había dado en el clavo (lo cierto es que su carácter único y bastante estrafalario  es lo que hizo que funcionara). Este se queda a medio camino entre las tres: cuenta con una personalidad y se esfuerza en ofrecer  algo propio, o al menos, en hacer un poco suyos los elementos del género. Pedro tampoco se separa demasiado de los tópicos y el paquete es el de una película de fantasía y acción con un héroes muy sobrado. En el primera caso, el guión sabe  muy bien cual es su público, y que este va a reconocer los lugares comunes sin que sea necesario introducir diálogos explicando cada paso. La cultura popular es suficiente para reconocer una sociedad de magos, con sus reglas y hechizos, así como los recursos de los que dispone el protagonista. Por otro lado, la ambientación resulta un poco genérica, tomando del mismo modo hechos y referencias de otras ficciones sin que aparezca nada nuevo: la edad media del prólogo es la típica edad oscura (literalmente. Porque es de noche todo el rato), roban descaradamente un par de secuencias oníricas de Gladiador y los vestuarios de los brujos parecen los de una ilustración cualquiera de Vampiro: la mascarada.



El que la película recuerde un poco a una partida de rol no es solo por la ambientación, sino que nació de esta idea: Vin Diesel es muy aficionado a Dungeons&Dragons y tanto la historia como el protagonista se basan en su personaje de las partidas. Un detalle friki bastante entrañable pero que hace que este  tenga una caracterización demasiado simple: mola mucho, así, con todas las letras. Es inmortal, sabe artes marciales, está forrado y eso de la maldición de vivir eternamente tampoco le quita el sueño. Ni parece demasiado conflictuado en la correspondiente trama de traiciones y conspiraciones. Va por un mundo de brujas y magos con horchata por las venas y una actitud que en el fondo, recuerda un poco al Riddick que lo hizo famoso. Pero que en el fondo, es una versión guionizada y con medios del relato que un jugador cualquiera podría haber hecho sobre sus aventuras en una partida.

Para poder usar la Espada de fuego necesitas ser al menos un Vin Diesel de nivel 15 y sacar un crítico

Un protagonista sin tacha tampoco supone el fracaso del guion: Diesel tiene carisma y las habilidades necesarias para sacar adelante la película, que en el fondo, es una historia de fantasía de las de buenos contra malos, un poco de acción, y sobre todo, una manera de introducir a unos personajes de cara a una posible secuela. De una forma quizá demasiado evidente, con el grupo presentado, formado, y a punto de iniciar la siguiente aventuras, que puede tener lugar, o no, dependiendo del público. Por mi parte, si su cazador de brujas no se sube demasiado a la parra y se convierte en una nueva Milla Jovovich en Resident Evil, me apunto. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

La niebla (2017) ¿Terror veraniego, drama familiar o alternativa para echarse la siesta?


Aunque recientemente el número de episodios por temporada en televisión se esté reduciendo, el verano sigue siendo la época para emitir series más breves, que puedan probar suerte en unos meses de menos competencia, o en el peor de los casos, por ocupar espacio. Es un buen momento para probar con alguna sin el problema de quedar vendida con dos decenas de capítulos. Y más cuando el material que han tomado como referencia es una de las mejores novelas cortas de Stephen King, a la que, la brevedad por la que se caracterizaba en la obra de un autor tirando a libros mastodónticos, el formato de serie más corta era muy adecuado.



La niebla contaba previamente con una adapción cinematográfica sorprendentemente buena (la de Frank Darabont en 2007. Nada que ver con la película de John Carpenter ni su remake de la misma década), donde se introducían importantes diferencias respecto del original que incluso le habían gustado al propio King. La niebla, como serie, se separa todavía más de este: los puntos básicos de la trama coinciden, como son la aparición de una niebla, relacionada con los experimentos que en una base militar cercana se están llevando a cabo, las criaturas que la habitan y sobre todo, el efecto que un encierro prolongado en un entorno hostil tiene sobre los personajes. El resto, es un enfoque muy distinto. Una de las fuentes de conflicto se trasforma del fanatismo religioso tradicional a un enfoque en principio más inofensivo, como es el ver a la naturaleza como una fuerza mística, pero que en las circunstancias adecuadas es igual de peligroso. Y la familia protagonista cuenta con el conflicto previo de vivir en una comunidad marcada por la estrechez de miras y las habladurías. A estos se les unen dos personajes nuevos, probablemente relacionados con el origen de una niebla a la que King solo dio referencias veladas: un soldado con amnesia que proviene de las instalaciones donde esta empezó, y una delincuente cuyo pasado es un misterio.





Con el añadido de tramas y personajes, es posible plantearse si la novela original daría realmente para una serie de diez episodios. Seguramente no, pero los aportes al guión, debidamente tratados podrían haber resultado en una producción que expandiera y modificara esta de una forma interesante y con posibilidades. El convertir a las criaturas de la niebla en una amenaza de corte más sobrenatural, donde lejos de ser monstruos tangibles, adoptan la forma de lo que desean o temen sus víctimas, y la trama que traen consigo los personajes nuevos, abría muchas posibilidades para una serie de terror y supervivencia, que aportaría algo más de novedad a un tipo de ficción que está demasiado ligada a los zombies (bueno, esto último es una apreciación objetiva, Como si yo fuera a quejarme de que hoy hay superávit de zombies...). Posibilidades que por desgracia, son sustituídas por una serie de tramas que, por la torpeza con la que se ejecutan y por lo poco relacionadas con el tono de la serie, hacen que esta entorpezca el ritmo general y que nunca quede muy claro con qué aspecto quiere quedarse el guión. Si el original combinaba de forma efectiva los miedos colectivos y el fanatismo, su versión televisiva hace una mezcla, muy mal llevada entre el argumento fantástico, que era el que seguramente esperaba su público, y una serie de dramas familiares que resultan fuera de lugar: desde el primer episodio se dedican a insistir en lo cerrado y politicamente incorrecto que es el pueblo de los protagonistas, en plantear una tragedia familiar que acompañará a la hija de estos, como es el haber sido violada y el encontrarse encerrada en el mismo lugar con su supuesto agresor...y por si no fuera poco, terminan cerrando estas con unos giros en los que aparecen padres y hermanos descubiertos en el último minuto dignas de un telefilme de los de antena tres por la tarde. En general, una forma de enrevesar y alargar capítulos bastante floja, y que poco tiene que ver con el resto de lo que aparece en pantalla. A veces dan ganas de gritarle a los personajes que se olviden un poco de las tragedias locales y que se centren en el bicherío que hay en el exterior, que ya resolverán los conflictos luego. O directamente, que se los coman y quedarnos con la trama que habían prometido.



Los protagonistas de esta parte del guión son los que más presencia tienen durante gran parte de los episodios, y a los que acaba siendo sencillo desear que desaparezcan rápido, o que sean reescritos de otro modo. En concreto, una adolescente cuya actitud acaba resultando más que improbable, y una madre interpretada por una Alyssa Sutherland que quedará muy mona en shorts y pantalones pitillo, pero cuya actuación consiste en poner cara de estreñida y encontrarse, como mucho, en un estado de disgusto permanente. El resto cumple ordenadamente su papel de víctimas y poco importa lo que hayan hecho durante el resto de la serie, porque a partir del sexto capítulo se empieza a sospechar que en ese centro comercial no va a quedar ni el apuntador.



Aunque sea evidente que disponen de menos medios que en otras series, una parte se compensa recurriendo a escenarios cerrados y sobre todo, a la niebla titular. Pero en una serie de terror (al menos, en principio) tarde o temprano tienen que aparecer algunos efectos especiales que lo justifiquen. Que aquí no son especialmente brillantes: mucha infografía, normalita para estos días, pero uno diseño de criaturas que, quizá pretendiendo justificarlo por el giro sobrenatural que se les ha dado, acaban pareciendo una especie de dementores de marca blanca y algún que otro diseño genérico que sale en contadas ocasiones.

Como serie basada en una novela, La niebla ha resultado desastrosa: tramas melodramáticas que poco tienen que ver con la principal, personajes sin carisma que las convierten en algo todavía más insufrible y una resolución que, por un lado termina el drama familiar de una forma más ridícula, pero lo finaliza para bien, y que por otro, le pone al espectador el cebo de un argumento más interesante que el que pudo haber estado viendo durante los últimos diez episodios. Y que, al menos este último, funciona: la secuencia final hace pensar que, ya que hemos llegado hasta ahí, no nos podemos quedar tirados sin saber qué pasa después.

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